Hay películas que marcan a una generación, filmes que rebasan el espacio sociocultural y la barrera del tiempo, y se convierten en clásicos que definen décadas completas. Pasó con Ben-Hur en 1959 y la saga de Rocky a inicios de los 80; Titanic alcanzó este estatus en 1997, ahora intenta emular parte de su éxito con un reestreno en cines de la mano la tecnología de la tercera dimensión.
Titanic 3D es la remasterización del cuento de amor y tragedia entre Jack Dawson y Rose DeWitt Bukater. Jack (Leonardo DiCaprio) es un chico de clase baja, un saltimbanqui de la vida que va hacia donde el viento sopla y en un golpe de “suerte” aborda el gran navío que terminó por hundirse la mañana del 15 de abril de 1912. Rose (Kate Winslet) es una jovencita de esas que llamaban de la nobleza, prometida con un acaudalado al cual no ama, pero –tradicional de aquellos años- con el que se casaría una vez que la embarcación anclara en Estados Unidos.
Ambos cruzan sus caminos por azares del destino y la presencia de Jack empieza a ser impertinente para Caledon Hockley (Billy Zane), el prometido de Rose. El clásico relato del verdadero amor que se encuentra en el peor de los momentos se torna doblemente difícil en este filme: por un lado, está la diferencia de clases sociales y los intereses que no les permiten estar juntos, y, por otra parte -la más importante-, un buque que sabemos que en algún momento de la función terminará en el fondo del mar.
No hay necesidad de profundizar más, la mayoría de los fanáticos (y no tan fanáticos) del cine seguramente ya han visto Titanic. Por ello Titanic 3D está enfocada más en reconquistar a aquellos que crecieron con este filme, a los que la vimos más jóvenes, a quienes la adoramos o la odiamos pero que con frecuencia buscábamos un pretexto para revivir la experiencia.
Titanic 3D es también una apuesta interesante ante un nuevo público, testigo de otras narrativas románticas modernas y con la fórmula de Romeo y Julieta ya desgastada por una industria que se ha dedicado a sobar y moldear el mito shakesperiano hasta el cansancio.
Hoy corroboro que la melosidad y el exceso diálogos insulsos superaron en buena medida a la tragedia, en una cinta cuyo drama general siempre debió sobrepasar el peso del encuentro y separación de una pareja. Titanic fue en gran medida la antítesis de mis expectativas: un largometraje principalmente romántico, con rastros de drama y desesperación hacia el cierre de la función.
Pero es la chispa de DiCaprio y el carisma de Winslet lo que diferencian el último viaje de Jack y Rose de otro montón de travesías similares. Es innegable que para la conclusión tienes la sensación de que has conocido a estos personajes por años (aunque así sea para estas fechas). A pesar del acelerado y rebuscado romance, sólo una piedra podría no sentir cierta empatía con la pareja hacia el final.
Sin embargo, la novedad en Titanic 3D -aparte de una corrección en el ordenamiento estelar del cielo en una escena- es precisamente la remasterización de la película al 3D. La idea de maravillarnos con el sorprendente buque haciéndose pedazos justo enfrente de nuestra nariz, de gozar y revivir los detallados interiores brincando hacia nuestros ojos, sin embargo, el manejo de este formato es pobre, algo que ya se veía venir al reconvertir la cinta con una tecnología que de cierto modo sigue siendo experimental.
Si viste el tráiler y te sorprendiste, es una lástima, porque ésas son las mejores escenas del filme en 3D. En su mayoría el efecto pasa desapercibido y cuando lo notas es porque hay una persona u objeto en primer plano -generalmente desenfocado- estorbando.
Uno supondría que con una historia que ya todo conocemos y un 3D insuficiente sería mejor esperar por su enésima retransmisión por televisión. Falso, Titanic es para verse en el cine, tal y como James Cameron la concibió para ser disfrutada, y ahora con la resolución nativa aumentada a 4K y la inclusión de sonido envolvente.
La recreación de la vida dentro del navío sigue siendo inmejorable. La nobleza y los de abajo conviviendo/soportándose, las excentricidades de uno y otro bando. Los vestidos de la época, la meticulosa decoración, las lujosas habitaciones, los pequeños camarotes, los impresionantes cuartos de máquinas, la cubierta del “insumergible” rebosando de gente. Y, aun así, lo mejor siempre es al final.
El buque choca con el témpano de hielo, los altos mandos intentan mantener la calma mientras se da un choque de clases sociales al intentar escapar de la catástrofe. Cada sección de la gigantesca embarcación se va llenando con agua mientras ésta golpea a todo a su paso y arrastra toneladas de metal, madera y sueños hacia el fondo del océano.
Una imagen vale más que mil palabras y las secuencias del hundimiento mantienen conversaciones enteras. La tragedia al cierre está llena de pequeños momentos que durante los últimos minutos capturan tu atención como no lo hizo antes ningún protagonista. Escenas de sicosis y angustia que perduran en la memoria colectiva: los músicos que no dejan de tocar, la pareja de ancianos abrazados esperando lo inevitable, la madre que narra un cuento de salvación a sus niños antes de que el mar los trague, el sacerdote hablando de la vida después de la muerte, el capitán que se siente culpable por haber acelerado la marcha, el marinero que es traicionado por su nervios y acciona una pistola en el momento indebido, el ingeniero que junto al reloj se disculpa por no haber diseñado algo más seguro.
Personajes con diez, cinco o tres minutos a cuadro, incluso menos, pero que en sus breves apariciones acongojan al espectador. Ellos son las verdaderas estrellas de Titanic, las historias que quizá muchos de nosotros hubiésemos preferido observar desde un principio, pero que al menos durante breve momentos le cambian la cara al filme y lo convierten en un clásico atemporal.
60 minutos donde uno olvida casi por completo a Jack y Rose. Una hora donde la industria cinematográfica muestra de lo que es capaz y sorprende hasta al más incrédulo. Con escenas de drama humano e impresionantes efectos especiales, James Cameron redime durante el último tercio un relato que por momentos parecía irse a pique sin ayuda del mar.
Quince años después la película luce más impresionante que nunca. Uno comprende porqué recibió once premios Oscar y su inaudito éxito en taquilla. No es el 3D, Titanic nunca lo necesitó, sino la majestuosidad de una obra que no se puede vivir de manera similar fuera de una sala de cine, la insuperable representación del paraíso que fue el RMS Titanic durante tres días y el infierno que desató unas cuantas horas. Bienvenidos a bordo otra vez.
2 comentarios
La habia visto en la tele como 3 veces pero si es diferente verla en cine
hay que ser masoca para ver esto