A pesar de las advertencias de los organizadores, el dictador Aladeen apareció en medio de las estrellas de Hollywood en la ceremonia de los Premios de la Academia con un cofre que contenía las supuestas cenizas del fallecido gran dirigente norcoreano Kim Jong Il. Según Aladeen, su querido amigo y pareja en los dobles de tenis soñaba con asistir a los Oscar y ser rociado sobre la alfombra roja y el pecho de Halle Berry.
Cuando intentó esparcir los restos, se acercaron los miembros de seguridad para impedirlo. Semanas después, el mismo Aladeen llegó al Festival de Cannes a lomos de un camello, después de haber felicitado el presidente François Hollandaise por su victoria en la elección presidencial francesa contra “un enano”, refiriéndose de manera poca respetuosa a Nicolas Sarkozy.
Así va la biografía oficial del déspota: el líder supremo Shabazz Aladeen dio un gran regalo al mundo cuando decidió nacer. Fue el séptimo hijo de Omar Aladeen, glorioso presidente-de-por-vida de Wadiya. Su madre fue una azafata de Air France que murió trágicamente por falta de oxígeno poco tiempo después del nacimiento de Aladeen en 1982, es decir, cuenta con 30 años de edad. Cualquier foto que se pueda haber visto de Aladeen cuando era niño en los setenta, incluyendo una muy buena en la premiere de Fiebre de Sábado por la Noche, ha sido manipulada por los corruptos medios sionistas occidentales.
El dictador y su inverosímil biografía son evidentemente ficticios pero mucha gente sigue confundiéndolo con el actor que lo encarna, Sacha Baron Cohen. El humorista británico suele meterse en la piel de sus personajes después de la filmación y comentar temas de actualidad para llevar la provocación más allá de sus películas. Cuando Baron Cohen se presenta para entrevistas, nunca aparece como actor. Prefiere prorrogar la vida de los personajes que ha creado, así como lo hacía Andy Kaufman, el famoso “Hombre en la Luna” -comediante que Jim Carrey retrató en El Lunático, de Miloš Forman. Así, desde el estreno estadounidense de El Dictador en mayo, Sacha Baron Cohen viaja alrededor del mundo como un falso tirano. A lo mejor se atreverá a lucir en nuestro país al momento del estreno mexicano el próximo 24 de agosto.
Esta dinámica del disfraz empezó en 1998 cuando Sacha Baron Cohen inventó el personaje de Ali G. Este estereotipo de joven blanco de los suburbios que imita la cultura urbana británica y jamaicana tuvo tanto éxito con el público cuando apareció en Channel 4 que llegó a tener su propio programa en Inglaterra y luego en Estados Unidos en la cadena HBO.
En el Da Ali G Show, el inculto y grosero pandillero ficticio entrevistaba a varias figuras públicas a las que avergonzaba con sus comentarios ignorantes y políticamente incorrectos. Los directores de la CIA y del FBI, Donald Trump, Edwin Aldrin, Noam Chomsky y Boutros Boutros-Ghali fueron algunas de las víctimas de este tonto sinvergüenza.
En 2000, Ali G apareció como el chofer de la limosina de Madonna en su video de la canción “Music”. Dos años después, salió el primer mockumentary (falso documental) protagonizado por el inglés: Ali G Anda Suelto. Sin embargo, fue con su segundo largometraje y otro de sus personajes recurrentes que Baron Cohen alcanzó la fama mundial: Borat: Lecciones Culturales de América para Beneficio de la Gloriosa Nación de Kazajistán, en donde sigue las aventuras de un reportero en los Estados Unidos que descubre la sociedad norteamericana mientras intenta cumplir su sueño: encontrar a Pamela Anderson.
Con Borat, Baron Cohen obtuvo una nominación a los Oscar por el mejor guion adaptado y ganó el Globo de Oro al Mejor Actor en una comedia. El éxito público y crítico de la cinta fue estupendo a pesar de las controversias, los problemas diplomáticos y las denuncias que tuvo que enfrentar la producción por los comentarios degradantes hacia ciertas comunidades.
Hijo de un padre inglés y una madre israelí, Sacha Baron Cohen se toma la libertad de hacer humor basado en clichés sobre los judíos, pero también sobre los estadounidenses, los árabes, las mujeres, los latinoamericanos, los negros, los nazis y los homosexuales. Ningún grupo de la sociedad, sea mayoritario o minoritario, queda fuera del alcance del humor ácido y devastador del británico, que continuó su provocación con Brüno, un afeminado periodista austríaco, hueco y xenófobo.
Cada vez tenemos más oportunidades de apreciar el talento histriónico de Baron Cohen fuera de sus falsos documentales. Empezó por prestar su voz al rey Julien en la película de animación Madagascar. Tim Burton fue el primero en darle un verdadero papel en 2007 cuando el inglés interpretó al barbero rival de Johnny Depp en Sweeney Todd, el Barbero Demoniaco de la Calle Fleet.
Recientemente fue Martin Scorsese quien confió en él para dar vida al malvado inspector de la estación de tren en La Invención de Hugo Cabret. En diciembre aparecerá al lado de Hugh Jackman, Russell Crowe, Anne Hathaway y Helena Bonham Carter en el drama musical Los Miserables, dirigida por Tom Hooper (El Discurso del Rey). Se rumora también que Baron Cohen interpretará al cantante de Queen, Freddie Mercury, en un biopic que podría dirigir Stephen Frears bajo el nombre A Kind of Magic.
El Dictador es una sátira política bien lograda, aunque no tan eficiente como Borat, políticamente hablando. En la película, Baron Cohen se aleja del estilo visual del documental para intentar planos cinematográficos mejor logrados pero que tienden a perjudicar la intención seudorealista del comediante. El inglés está rodeado esta vez de verdaderas estrellas de cine hollywoodense: John C. Reilly, Megan Fox y Ben Kingsley lo acompañan en esta diatriba mordaz.
Para Sacha Baron Cohen, la provocación no tiene límites. En la era de lo políticamente correcto, el inglés llegó como un tsunami para revelar la hipocresía y los prejuicios de la gente bien pensante. El humorista moldea personajes infames (Aladeen es a la vez misógino, antisemita, torturador y hasta pedófilo) que pueden molestar, pero que finalmente sirven para denunciar el preocupante estado de las sociedades, tanto occidentales como orientales.