Fue hace más de 20 años que gracias a la terquedad de mi padre pude conocer al policía que giraba la cabeza de la manera más genial de todos los tiempos: RoboCop. Para mí era el agente de la ley más respetado, ético, intachable y eso, “genial,” de todos los guardianes del orden que había visto. Hoy no hablaré de videojuegos, hoy aprovecharé la oportunidad que me dieron para criticar la reinvención en cines de RoboCop.
RoboCop
MGM y Columbia Pictures nos traen esta nueva versión de RoboCop. Alex Murphy (Joel Kinnaman, La Chica del Dragón Tatuado) es un policía de Detroit que junto con su compañero Jack Lewis (Michael Kenneth Williams, The Wire) trabajan en un caso de tráfico de armas como compradores encubiertos. En una de esas labores de infiltración, un vendedor de poca monta les revela que trabaja para Antoine Vallon (Patrick Garrow, 16 Blocks), el máximo traficante de armas de la ciudad, quien además es conocido por controlar otras actividades ilícitas en Detroit, siempre bajo la sospecha de tener a policías de su lado para salir limpio.
Por otro lado tenemos a OmniCorp, la compañía de armamento pesado y drones más fructífera de Estados Unidos, domina el terrorismo con robots que ayudan a mantener la paz en todo el mundo, menos en su país. La Ley Dreyfus prohíbe a toda costa el uso de robots como policías, basándose en que la toma de decisiones de una máquina nunca se va a comparar con la de un humano.
Esta situación tiene al CEO de Omnicorp, Raymond Sellars (Michael Keaton, Batman) trabajando junto con sus colaboradores, el doctor Dennett Norton (Gary Oldman, Batman: El Caballero de la Noche Asciende), al mercadólogo Tom Pope (Jay Baruchel, Cómo Entrenar a tu Dragón) y Liz Kline (Jennifer Ehle, La Noche más Oscura) buscando una salida que les permita entrar de lleno al mercado local y disparar los contratos de la compañía. La respuesta parece estar en “colocar a un humano dentro de un robot”.
Es aquí donde entra el agente Alex Murphy, quien tras sufrir un atentado afuera de su casa queda con un cuerpo inútil, incapaz siquiera para llevar una vida medianamente normal. Omnicorp, además de armamento, también crea prótesis robóticas que han ayudado a cientos de veteranos de guerra a que continúen con su vida después de haber tenido amputaciones. Con este antecedente, el equipo de trabajo de Sellars encuentra al prospecto ideal para llevar a cabo su experimento.
RoboCop tendrá que luchar por la justicia, el orden y la paz de un Detroit corrupto, con crimen y drogas que amenazan con convertir la ciudad en un infierno, además de enfrentar una batalla interna por mantener sus últimos rastros de humanidad y no terminar siendo un títere corporativo.
No es RoboCop 4
Sí es una reinvención, no hay duda de eso. Esta versión de RoboCop no es una continuación de las películas de los 80 y 90, es regresar al principio de la historia con el mismo protagonista, bajo un entorno y una problemática similar a la trilogía clásica, pero con diferentes personajes y un guion lleno de nuevos y bien estructurados cambios. De hecho la mercadotecnia se mantuvo en un bajo perfil para no levantar tanta expectativa y que el público decidiera por sí mismo.
Cuando vi por primera vez los cortos esperé pasar un rato lleno de acción, muertes, sangre, efectos especiales, sonido envolvente y un héroe al más puro estilo gringo. Y no fue tanto así. El escritor, Joshua Zetumer, se encargó de retratar en este largometraje la realidad del ego estadounidense y la Doctrina Monroe: por algún motivo divino han venido a rescatar al mundo entero de la tiranía y opresión.
Pasa en el mundo real y pasa en RoboCop, con un acento mucho más marcado gracias al periodismo partidario de un ideal y los intereses políticos que siempre están de fondo. En la película ilustran este punto con un programa llamado “The Novak Element”, dirigido por el presentador Pat Novak (Samuel L. Jackson, ¡Samuel “Fucking” Jackson!), quien presiona constantemente al Senado para que revoquen la Ley Dreyfuss, intentando convencer mediante la televisión a la nación entera del bienestar que una nación militarizada brinda.
Es muy curioso, si no gracioso, la manera en que retratan con sarcasmo y humor negro muy bien escondidos la idiosincrasia de Estados Unidos (y de muchas otras naciones). La manera en cómo la gente basa sus opiniones en lo que le venden los medios de comunicación, cómo el rating es parte vital de una maquinaria para crear nuevas verdades, doblar mentiras y servir a los intereses que se tengan que servir.
Freeze, nobody move
A RoboCop no le sobra acción, tampoco le falta, es sólo que se interesaron en equilibrar la dosis de una buena historia con el número de casquillos usados. Es la acción que tanto anhelaba ver en esta película, donde no escatiman en mostrar al robotizado policía de cuerpo entero cuantas veces pueden, esquivan los paneos rápidos donde no distinguimos qué pasó para mejor mostrarnos enfoques más íntimos de lo que sucede en pantalla.
El equipo de producción recurrió notablemente a los efectos por computadora, pero estos nunca se notan excesivamente sobrepuestos, al contrario encajan muy bien en la realidad de esta futurista Detroit. La narrativa es ágil, aunque no “vuela”, sobre todo debido a una historia donde vemos más minutos en pantalla a un humano Alex Murphy de lo que quizá anticipábamos. Afortunadamente no recurrieron a los chistes gastados que luego reúsa este género. Ésta no es una comedia de acción.
RoboCop sigue siendo ese guardián alto, grande, imponente, serio e intachable que conocimos en 1987, pero el nuevo no le pide absolutamente nada: el rediseño -más aerodinámico- respeta casi en su totalidad la estética del anterior, incluyendo los sonidos, ademanes, movimientos y su voz. José Padilha, el director, incluso ideó un pretexto interesante al por qué al cambio de color de gris a negro, y si somos fans de las cintas originales encontraremos guiños a una probable secuela.
No es sólo remake, es un reinicio
Varias veces me han preguntado si RoboCop hace esto o aquello que el anterior hacía. Se los dejo a que ustedes lo vean y juzguen, pues hay que adelantar que no es una copia al carbón. Sin spoilers, Robocop sí tiene el arma en la pierna, pero no voltea la cabeza igual. La voz y expresión seca de Kinnaman concuerda con lo que debemos ver detrás del casco, pero es difícil calificar la actuación de alguien de quien solo vemos su mentón, pero la elección me pareció atinada.
Una buena noticia es que RoboCop es apta para todos, pues con la violencia leve que contiene, son contadas las escenas que los menores no podrían ver, aunque la temática no deja de ser madura en el trasfondo. Las actuaciones son bien realizadas, no sólo del protagonista, sino Michael Keaton como un adorable antagonista, Gary Oldman como un doctor en crisis de conciencia y la manera en como cierra Samuel L. Jackson su participación: No pudo hacerlo mejor.
No soy tan fan de los remakes de las películas que en su tiempo marcaron época, pero hay que reconocer que RoboCop supera a la original en casi todo al entregarnos un personaje mucho más cercano, sensible y consciente de lo que es. El detalle de la mano humana me pareció acertado, destaca que Murphy sigue siendo una persona. Por primera vez se entiende lo que siempre debió de haber sido: un policía con prótesis que las usa para defender la ley, no un robot.
Me encantaron el argumento, el “traje”, las armas, balaceras, actuaciones, música, la motocicletas y referencias sociales. Me gustó RoboCop, tanto como para recomendarles que vayan a disfrutarla como lo es, una película de ciencia ficción, pero también una picante crítica social y un reflejo fiel del mundo actual. Y demos gracias por seguir teniendo ese factor X que ni la mejor inteligencia artificial ha podido replicar.