El cineasta japonés Akira Kurosawa, reconocido por su legado fílmico que incluye obras como La Leyenda del Gran Judo (con la que debutó durante la Segunda Guerra Mundial) y Los Siete Samuráis (adaptada infinidad de ocasiones en cine, cómics, videojuegos y anime), es recordado con un ciclo fílmico en Caracas, Venezuela, a 102 años de su natalicio.
En el “Akira Kurosawa: ética y arte de la vida”, que inició el pasado 6 de marzo y concluye hoy en el auditorio del Menpet, de la capital venezolana, han podido verse películas como Barbarroja, Dersu Uzala, Los Siete Samuráis y Madadayo, por mencionar algunas.
Akira Kurosawa nació el 23 de marzo de 1910 en el distrito de Omori, en Tokio, Japón. Fue el menor de los siete hijos de un oficial descendiente de samuráis y de una mujer perteneciente a una familia de comerciantes.
Conocido como “El Emperador del Cine”, Akira fue uno de los directores japoneses más destacados e influyentes en Occidente, con películas que han sido alabadas, premiadas, pero también cuestionadas y polémicas.
A lo largo de su carrera, críticos y productores llegaron unas veces a exaltar su labor, pero otras lo despreciaron. Incluso, estuvo cerca del suicidio por culpa de las reiteradas trabas y problemas de producción de sus películas.
El público, tanto de su país como de otras partes del mundo, también osciló entre la adoración y el desdén, pues algunos no comprendieron las intenciones de sus siempre complejas producciones. En su momento, sus filmes fueron señalados como demasiado occidentales, violentos, machistas, autocomplacientes, reaccionarios y sensibleros.
Estudió Bellas Artes, pero el temor de no ser un buen pintor y su interés por el cine lo llevaron en 1936 a trabajar en los estudios cinematográficos Toho, en Tokio, primero como ayudante del director Kairo Yamamoto y luego como guionista de distintos realizadores.
Debutó como cineasta durante la Segunda Guerra Mundial con La Leyenda del Gran Judo y La Nueva Leyenda del Gran Judo, que fueron dos historias llenas de espíritu nacionalista.
En la segunda mitad de la década de los 40 realizó siete películas, entre las que destacan No Añoro mi Juventud y Un Domingo Maravilloso, que fueron sólidos dramas; sin embargo, sobresalió El Ángel Borracho.
A nivel internacional se dio a conocer con Rashomon, exitosa película que le permitió rodar con total libertad El Idiota, adaptación del clásico de Fedor Dostoievski; Vivir, sobre la vida de un funcionario con cáncer, y Los Siete Samuráis, historia de época con la que ganó de nuevo el León de Oro en la Muestra de Venecia y es considerada una de las diez mejores películas de todos los tiempos.
En 1980 filmó Kagemusha con la ayuda de George Lucas y Francis Ford Coppola, recibiendo por este trabajo la Palma de Oro del Festival de Cannes. Sus dos últimos trabajos fueron Rapsodia en Agosto y Madayayo. En 1989 recibió el Oscar Honorario por toda una vida de logros.
Kurosawa murió el 6 de septiembre de 1998 en Setagaya, Tokio. Sus colaboradores le llamaban sensei (maestro), pero en sus últimos años llegó a ser llamado tenno (emperador).
El día de su funeral, centenares de admiradores se agolparon bajo la lluvia de Tokio para rendirle tributo. Un titular del prestigiado periódico Le Monde de aquel día rezaba: “Un homenaje tardío de un país que no supo reconocerlo”.
En 2010, se conmemoró en todo el mundo el centenario del nacimiento de Akira Kurosawa, con proyecciones de trabajos del cineasta, nuevos libros y estampillas, con el fin de acercar la obra del director de más de 30 películas al público.
Además, la fundación AK100, dirigida por Hisao Kurosawa, hijo del fallecido realizador, lanzó la página oficial del centenario, en la que los fans pudieron ver 20 mil documentos, entre guiones, notas de producción, fotografías personales y de rodaje, storyboards y bocetos firmados por el propio cineasta.