Pasante de Moda (The Intern) es la más reciente película de Nancy Meyers (Lo Que Ellas Quieren, con Mel Gibson en 2000), directora estadounidense conocida por recurrir en sus cintas a los choques generacionales e impregnar en ellas casi siempre por igual una carga de comedia con parejas protagónicas poco ortodoxas. Una joven empresaria de Internet y su anciano becario son la fórmula en esta ocasión.
Pasante de Moda
Hace poco más de un año mi padre, un hombre de la tercera edad, se acercó a mí para pedirme un favor: “enséñame a usar Facebook”. Un poco renuente a hacerlo en un principio, terminé por explicarle de qué iba la red social, y para mi sorpresa, a catorce meses de distancia veo que sólo necesitaba un empujón para adentrarse por sí mismo y sacarle jugo a esta herramienta. Pasante de Moda tiene como premisa algo muy similar.
Ben Whittaker (Robert De Niro) es un hombre de 70 años. Viudo y jubilado, pero todavía con muchas inquietudes en la vida. Yoga, mandarín, clases de cocina y de prácticamente todo es lo que ha intentado para encontrar ese algo que le falta, hasta que ingresa a un programa de becarios de la tercera edad para laborar en un sitio de venta de ropa por Internet, donde queda directamente a cargo de la dueña, Jules Ostin (Anne Hathaway).
La polifacética Anne encarna esa figura a veces hostil, a veces con desconfianza pero eternamente escéptica que tiene la sociedad actual para con los adultos mayores. En Pasante de Moda, Hathaway es una exitosa pero acelerada empresaria que transita por su vida a mil hora mientras la ve pasar entre mensajes de texto y juntas, con poco tiempo para los detalles, las satisfacciones y la familia. No muy de acuerdo con el programa de becarios veteranos, acepta no esperando encontrar algo de valor en una persona que creció cuando los directorios telefónicos impresos aún eran un gran negocio.
Quizá sobra decir que Pasante de Moda demuestra precisamente todo lo contrario, un mensaje a 24 cuadros por segundo sobre la importancia de aquellos con muchísimos más años de experiencia, fracasos, éxitos y deseos de colaborar en una sociedad que, dado el estilo de vida actual y los avances digitales, suele dejarlos de lado como meros testigos que difícilmente se adaptan a los tiempos modernos.
La química entre De Niro y Hathaway es peculiar, logra transmitir ese encuentro entre dos generaciones aparentemente tan diferentes y te envuelve poco a poco; son ellos quienes a través de diálogos bien trabajados y situaciones entretenidas mueven los hilos entre delicadas subtramas y chuscos enredos. Es raro encontrarnos al veterano actor haciéndola del tipo bueno, centrado y ejemplar, pero el resultado es de resaltarse. Nancy Meyers logró imprimir en el ritmo mismo de Pasante de Moda la personalidad pausada y más sutil del ya arrugado Ben, con la celeridad y ansiedad de una mucho más joven Jules.
Meyers también acertó en dedicar algunas escenas a una media docena de grandiosos papeles de soporte; jamás se cruzan directamente con la trama central de Pasante de Moda, pero la enriquecen con sus breves historias, que casi siempre terminan con una sonrisa del lado de las butacas del cine.
La empresa
Davis (Zack Pearlman) es otro pasante en el programa, aunque el único joven en el mismo; intenta salirse de casa de sus padres y mantenerse por sí mismo. Jason (Adam DeVine), es un operativo de la empresa y quien presenta a los becarios con sus actividades; Becky (Christina Scherer), es la emocional asistente personal de Jules y el interés romántico de Jason.
Rene Russo interpreta a Fiona, una masajita sexagenaria que pronto se interesa en Ben. Nat Wolff da vida a Justin, una especie de programador desaliñado y poco atento con su imagen, y complementa Anders Holm, como Matt, el esposo de la exitosa Jules y un interesante ejemplo sobre los clásicos roles de la mujer ejercidos por un hombre en el hogar (amo de casa, pues).
Y es que dentro de su comedia ligera, y sobre todo rumbo al segundo tramo del largometraje, Meyers retrata en Pasante de Moda sutiles críticas a diferentes problemáticas de la sociedad. Aborda (aunque tampoco de manera profunda) temáticas como el desdén a la tercera edad, la crisis de los 30, la dificultad de la vida en pareja, el celo profesional y un fuerte mensaje feminista, todo realizado para reir, meditar y verse durante unos segundos en el espejo de la pantalla.
Más que nada, un pasante divertido
Sin embargo, alejándonos la serie de ideales bajo los que se concibió, Pasante de Moda es más que nada entretenida. 121 minutos reencontrándonos con una faceta no tan explotada de Robert De Niro, una interesante hiperactiva Hathaway y el mejor filme de Meyers en una década. Una comedia ligera sin villanos ni giros bruscos en la trama, pero agradable, gentil, empática y -recalcando- muy divertida.