Aclamado por su trabajo en diversos cómics como The Authority, Planetary y Transmetropolitan entre otros, el británico Warren Ellis es un autor que crea principalmente obras de temática transhumana, buscando contestar la pregunta de cuál será el futuro del ser humano luego de su sistematización a través de la civilización y la tecnología, historias enmarcadas muy a menudo en el género de los superhéroes y con violencia explícita cada dos páginas. No Hero no es la excepción.
No Hero
Publicado en 2008, No Hero es uno de los trabajos autorales de Warren Ellis en que lleva al extremo esta cuestión. Ilustrada por el minucioso Juan Jose Ryp, esta obra es una exposición política tangencializada por una mirada ácida al papel que cumple -o cumpliría- un superhéroe en el mundo.
¿Cómo es que lo hace? A través de ocho cómics (siete capítulos más un prólogo con el #0), Warren Ellis crea un mundo alterno en que el genio hippie Carrick Masterson sintetizó en la década de los 60 una droga especial que otorgaba habilidades sobre humana y que le permitió -literalmente- privatizar el dominio del mundo entero en su propia mano.
Hay que mencionar que el episodio #0 es bastante importante de leer, y aunque técnicamente la historia puede leerse sin él, te tomaría unos cuatro o cinco capítulos para entender lo que sucede, y de cualquier modo te da una comprensión mucho más amplia del mundo en el que se desarrolla la historia de No Hero.
De cualquier modo, el relato se ubica en la época actual, en la que los Levellers, un equipo de superhéroes creados en los 60 y auspiciados por Carrick, están cayendo como moscas a manos de atacantes desconocidos. Entre estas noticias que amenazan la paz mundial tenemos el protagonista de la historia, Josh Carver, un joven de pasado ignoto que creció idolatrando a los superhéroes de su mundo, y alentado por esta crisis decide hacer todo lo posible para formar parte del equipo.
Luego de observar sus habilidades de peleador callejero, Carrick aborda al joven, no sin antes pedirle que lo piense no dos sino tres veces, y finalmente lo recluta para los Levelers. A partir de allí es donde empiezan los problemas en No Hero, pues junto a la transformación física que Josh sufrirá por culpa de la droga, vendrá una transformación mental conforme se va introduciendo al falso e hipócrata mundo de estos superhéroes, cambiando su opinión al respecto hasta llegar a una sangrienta conclusión.
¿Deconstrucción, o destrucción?
¿Cuál es el resultado de todo esto? Este trabajo de Warren Ellis se ubica dentro del típico problema de la posmodernidad: Nadie es confiable, todo discurso es falso y fallido. Desde luego, premisas como estas son perfectas para guiar hacia una deconstrucción del género de superhéroes, pero el autor, más que a esto, dirige todos sus esfuerzo a una destrucción (literal) de éste, a tal grado que en la trama el género se vuelve irreconocible y pierde todo sentido.
La escritura de Ellis no es muy afortunada en No Hero; a pesar de que al terminar la primera lectura definitivamente se antoja hacer una segunda para prestar más atención a cada elemento, a primera vista la cantidad de diálogos así como la redacción de éstos se antoja absurda e innecesaria, tanto que uno escanea los globos más que leerlos, para mejor brincar rápidamente de página en página en una obra que en sus primeros dos o tres números se siente muy lenta.
Los elementos de la trama son torpemente manejados, las motivaciones del héroe (o diría él mismo, “no héroe”), más que explicadas, están ligeramente insinuadas; aunque esto es suficiente para entender lo que guía la historia, no resulta en modo alguno adecuado para un trabajo que de transgresor debería estar justificado por un trabajo psicológico y narrativo más profundo. En conclusión, la historia se siente casi como un pretexto para una hiper violenta (qué va, va dos pasos más allá de la hiper violencia; si las fotos de muestra que ponemos no te impresionan, es porque elegimos los más suaves, pero la cosa va mucho, muchísimo más allá) conclusión que no parece más que un desahogo -desinspirado, falso e hipócrita, desde luego- hacia los órdenes mundiales.
La cantidad de violencia en No Hero es intencionalmente perturbadora, además de psicológicamente agresiva, ya que representa un verdadero asalto hacia las expectativas del lector. Y si bien se entiende que el autor quería volver progresivamente cada vez más desagradable a Josh Carver y que éste encontrara más desagradable su mundo, deja una sensación de vacío e indignación más que de catarsis.
El único punto a favor No Hero es el apabullante arte del español Juan Jose Ryp, que aunque cuyo lápiz puede ser o no agradable dependiendo de tu gusto, las tintas y el color son impactantes a la vista en cada una de las escenas. De hecho, el talento de Ryp a la hora de plasmar escenas tan bellas como las misiones que Josh/Revere cumple para ganar la confianza del público son tan bellas y conmovedoras que te hacen desear que la historia hubiera mejor seguido por ese camino.
Para concluir, podemos decir que si tienes más de 18 años, y no eres nada débil de estómago, No Hero es un cómic legible capaz de mantener tu atención y dejarte raras ideas rondando por tu cabeza. Pero a fin de cuentas, con su narrativa torpe y nada justificada, no es capaz de sostenerse en una propuesta valiosa y termina instalándose en tu mente como una molestia, quedando cimbrado como un producto de mal gusto, sensacionalista y vacío. Sencillamente, no deja nada en absoluto, ni propone nada que nadie (incluso el propio Ellis) hubiera propuesto mejor antes.
Tampoco es que Warren Ellis no sea habitual a esta clase de propuestas (recordemos Ruins, su visión alterna del universo Marvel, aún más vomitiva que esta, que esa sí no puede ser recomendada en modo alguno), pero es notorio que el autor se dedica a estas subhistorias en su tiempo libre y terminan siendo trabajos instintitivos y nada más que viscerales, mal fundamentados, infratrabajados y de los que es preferible mantener la cabeza libre.
Al igual que las historias chatarra escritas por Rob Liefield, Jim Lee y Todd McFarlane para Image Comics son recordadas como el cáncer de la industria del cómic de los años 90, trabajos tan mal dirigidos como No Hero, que intentan revitalizar el género de superhéroe ya no deconstruyéndolo sino destruyéndolo entre sexo, sangre y tripas (para el weirdest boner del fanboy que no se admite como tal sólo porque dice estar aburrido de leer a Superman y al Hombre Araña), serán recordados como la infamia del cómic de la primera década del siglo XXI, y probablemente también de la segunda. Apenas una y media estrella, dos estrellitas si eres aficionado del gore.