Por fin estrenó Mad Max: Furia en el Camino. Tuvieron que pasar 20 años para que el director George Miller regresara al universo de Mad Max que creó en 1979 con la película homónima, y revisitó, en 1981, con El Guerrero de la carretera y Más allá de la Cúpula del Trueno, en 1985. Para muchos, 20 años parecían una eternidad y representaban una enorme complejidad para salir avante en la empresa de revivir este clásico de la ciencia ficción, más sin Mel Gibson como estelar.
Mad Max: Furia en el Camino
Pese a todo, el director australiano no pudo haber elegido un mejor momento para regresar. Con las posibilidades de la cinematografía actual, un nuevo Max (Tom Hardy) y sus parajes post apocalípticos se exhibien con un nivel de detalle como nunca se había visto: Mad Max: Furia en el Camino trae de vuelta todo lo genial que conocíamos de Mad Max y lo supera.
Todos los que nacimos entre las décadas de los 70 y 80 estamos familiarizados con Mad Max: La vida del oficial de policía Max Rockatansky cambió con el asesinato de su esposa e hija; más adelante una serie de guerras convirtieron al mundo en un desierto dominada por nuevos bárbaros que rondan en vehículos de motor.
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¿Un reinicio o un renacimiento?
Entre ellos, Max sobrevive, acosado por las memorias de su pasado, pero manteniendo de algún modo su voluntad de servir y proteger a los inocentes. El ex agente se convierte en una figura mítica, un renegado y un héroe errante que sólo busca sobrevivir, pero en nada diferente a semidioses como Hércules, cuyas hazañas son leyendas para un nuevo mundo. Y eso es exactamente lo que encontrarás aquí.
En este nuevo episodio, Max es atrapado por los Chicos de la Guerra y llevado a la Ciudadela, una pequeña polis autónoma dominada por el cacique Immortal Joe (Hugh Keays-Bryne). Las cosas dan un giro cuando la Emperatriz Furiosa (Charlize Theron) decide traicionar a Joe, y los generales del lugarteniente se enfrascan en una emocionante persecución, con Max y el “war boy” Nux (Nicholas Hoult) en medio.
Si esta es una secuela, un remake, una reinvención o una precuela es difícil de determinar, lo único que te aseguramos es que Mad Max: Furia en el Camino es otra gran aventura sobre Max y encontrarás muchas cosas nuevas -y a la vez conocidas- durante las dos horas que dura la función. De hecho el director George Miller ha confesado que tiene ideas para al menos un par de filmes, así que podríamos considerar esto un auténtico renacimiento de la saga.
Cinematografía en estado puro
El cine es secuencia, es fotografía, es arte, es acción y es ritmo narrativo. Si existe una serie de razones para ir al cine, Mad Max: Furia en el Camino las encarna a todas. El director George Miller, el cineasta John Seale y todo el equipo de música, producción y diseño, han creado un increíble mundo y una magnífica narrativa que te sumergen por completo en un lugar mítico, legendario, vivo, real y latente.
La acción roba el aliento y te mantiene al borde de la butaca en todas sus secuencias. Cada una de las persecuciones, en que enormes y violentos carros de guerra, motocicletas y tanques se enfrentan en una guerra tan intensa como las batallas griegas, es poesía a 24 cuadros por segundo. Estamos ante la que es casi con seguridad la mejor película del género de la década.
Los largometrajes de Mad Max siempre se han caracterizado por sus coloridos personajes, de cuyos pasados sabemos muy poco, pero que enamoran al espectador con cada salida a cuadro. Ninguno sobra aquí, ni siquiera los incidentales; a través de intervenciones, breves diálogos y las batallas que deciden su destino, se cuenta una aventura incapaz de dejar a alguien insatisfecho.
Entre “cosechadores de balas”, “maestros artilleros”, “madres de la leche”, mutantes deformes y guerreros del Valhalla se atestigua una gesta heroica moderna, la cruzada por escapar de un dios tirano que atrapa todo lo que puede en su poder, y la creencia de que sólo un hombre puede hacer la diferencia.
La atención al detalle en Mad Max: Furia en el Camino es asombrosa, literalmente llena el ojo de cosas qué apreciar. A través de la vista, cada pieza del set construye un mundo, un cuento y una cultura ficticias pero fascinantes.
Cada elemento visual recuenta una historia, a la vez moderna y antigua, la quimera universal. La manera en que se mezcla el color, los diseños, el movimiento y ¡la música! exhiben que este filme no se pone límite alguno para la creatividad que su universo desborda. ¿Para qué va uno a la gigantesca pantalla dorada del cine, si no es para esto?
Max: El mito hecho película
Mad Max: Furia en el Camino no está exenta de sus críticas, que aunque menores señalan que los personajes no tienen suficiente desarrollo, que la trama es muy básica comparada con la acción, y que el planteamiento es exagerado, ridículo, poco realista.
Lo que debe entenderse en este aspecto es que la cinta no plantea un drama, no es una crónica de guerra ni ciencia ficción, sino una fábula puro convertido en una experiencia visual. La cinta puede ser definida como sólidos 120 minutos de persecución, pero similar al mito de Teseo y el Laberinto del Minotauro, es una fábula que alcanza todas las lindes de la emoción humana.
Y al igual que en todas las pasadas entregas de Mad Max, una vez que termina, Max regresa solitario al desierto, dejando de lado a sus compañeros de aventura, cada uno de los cuales gracias al héroe ha completado su arco de desarrollo.
Mad Max: Furia en el Camino no es una telenovela como a las que recientes sagas fílmicas nos han acostumbrado, en las que un solo arco se alarga por tres o más secuelas, y tenemos que traer de vuelta a cada personaje porque ya te encariñaste con él, porque ya tiene fans y hay que explotarlo o el público se enoja.
No, Mad Max: Furia en el Camino es un relato que como una buena anécdota de hoguera, acaba con un final verdadero, rotundo, catártico, satisfactorio. Una auténtica leyenda similar a Conan el Bárbaro, que se vuelve un inmortal cuando sabes que pase lo que pase existe la posibilidad que vuelvas a hallar a Max como siempre lo conociste, listo para volver al camino. Y 20 años después de su última incursión y que el mito pareciera haber sido olvidado por dos generaciones generación de espectadores, Miller es el Prometeo moderno que revive esta auténtica llama del olimpo cinematográfico.