Estableciendo algunos récords de taquilla y nuevamente levantando auge entre la fanaticada juvenil y de adultos jóvenes llega Los Juegos del Hambre: En Llamas, la segunda de cuatro partes que veremos de esta franquicia en cine. A la primera le tundimos hasta por debajo de la lengua, así que estábamos interesados en qué tanto cambiaría este segundo episodio.
Los Juegos del Hambre
Cuando puntualicé mis comentarios sobre Los Juegos del Hambre, fueron tres las principales fallas que dieron al traste con la primera adaptación de la obra de Suzanne Collins: una pésima dirección, incoherente línea narrativa, un pobre apartado de postproducción y el material original en sí. Y uno de los primeros cambios con respecto a Los Juegos del Hambre: En Llamas fue en la silla del director. Gary Ross salió dando lugar a Francis Lawrence, y entre los motivos se alega una diferencia en los acuerdos económicos, así como un descontento (de ambas partes) respecto a la calidad lograda en aquella cinta.
El cambio en general fue bueno. Lawrence intentó imprimir en esta segunda entrega parte de lo que le conocimos en Constantine y Yo Soy Leyenda, con personajes más certeros en sus emociones, matices oscuros, una eterna sensación de urgencia y una adaptación más idónea del libro. Pero en su afán por incluir absolutamente todos los segmentos importantes de la historia, descuidó el ritmo y tiempo en escena que cada uno de ellos debería tener para no perdernos ante un montón de detalles vagos.
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Para Los Juegos del Hambre: En Llamas, Katnis Everdeen (Jennifer Lawrence) y Peeta Mellark (Josh Hutcherson) han dado un giro a sus vidas. Ahora su hogar no queda en el sucio Distrito 12, sino en una especie de colonia para los ganadores de las ediciones anteriores, más esto no significa que podrán descansar y vivir felices para siempre pues los espera el Tour de la Victoria, un recorrido por todos los distritos de Panem para presentar a los tributos vencedores y celebrar un aniversario más de la fuerza del Capitolio sobre la nación.
El fingido romance que los llevó a triunfar en la primera edición y robarse el aprecio de la gente no pasa desapercibido por el presidente Snow (Donald Sutherland), quien ve con recelo a la pareja, que se ha convertido en aliento para las fuerzas rebeldes las cuales están ganando fuerza desde la última edición del mortal concurso. Obviamente es hora de poner manos en el asunto y para ello contrata a Plutarch Heavensbee (Philip Seymour Hoffman) como nuevo ingeniero de Los Juegos del Hambre, unos en donde los ganadores de las pasadas ediciones se reunirán para matarse entre sí, y entre los que regresarán a la arena están, obviamente, Katniss y Peeta. Todo con el plan de desvanecer el espíritu de insurgencia que ya se respira.
Desafortunadamente de todo esto vemos muy poco. El Tour de la Victoria dura unos cuantos minutos y de la rebelión sólo vemos algunas personas descontentas y varias pintas, Los Juegos del Hambre: En Llamas nunca profundiza en el sentir social del resto de distritos y pierde más bien tiempo en una escena de baile que pudo haberse obviado. El final de la película también se ve gravemente afectado y se siente como una conclusión abrupta y poco trabajada.
Lo mismo sucede con la matazón ya en forma, pues esta edición de Los Juegos del Hambre es todavía más desangelada que la anterior (y eso ya es decir mucho). Supuestamente puro peso pesado estaría en el certamen, pero la mayoría de los competidores mueren incluso fuera de cámara y sólo nos enteramos de ellos mediante el conteo al final del día, con sus rostros apareciendo en el cielo de la arena de combate. Nuevamente se carece de sangre, violencia o algún dejo de peligro.
En lo que sí se nota una ligera mejoría es el manejo de los personajes no protagónicos. Cinna (Lenny Kravitz), Haymitch (Woody Harrelson) y Effie (Elizabeth Banks) son mostrados más cercanos a la problemática, más humanos. Lo mismo sucede con algunos competidores como Finnick Odair (Sam Claflin), Johanna Mason (Jena Malone) y Beetee (Jeffrey Wright), aunque como comenté, la mayoría de tributos aparece sin pena ni gloria y nos enteramos de ellos hasta que ya los asesinaron.
En lo que respecta a la línea narrativa de Los Juegos del Hambre: En Llamas, ciertamente no es la comedia involuntaria en que se volvía la primera parte en su mar de absurdos, pero sigue faltando solidez a cómo se cuenta la trama. Katniss navega entre su falso amor con Peeta y su supuesto tórrido romance con Gale (Liam Hemsworth), pero tanto las escenas como la actuación de Jennifer Lawerence te convencen más bien de que es una facilota y no de una mujer atorada entre sus sentimientos y su responsabilidad. El problema de las actuaciones es extensivo a la mayoría, y uno no sabe si este mundo tan duro cuadró a todos a un extremo que es difícil creerles sus emociones o simplemente son malos actuando.
Claro que no podían fallar las ridiculeces ya en Los Juegos en sí, y uno de los absurdos más notables en esta ocasión tiene que ver con una nube de gas venenoso, mortal y que deja graves heridas y ámpulas en la epidermis. Si bien en la primera parte se curaban con pomaditas milagrosas, aquí les basta frotarse con agua para no dejar siquiera un rastro de cicacriz. ¡Increíble! En el mismo sentido vienen algunas decisiones incomprensibles respecto a Plutarch y los competidores, pero ya se los dejo para que ustedes vean y juzguen.
¿Y qué tal la postproducción de Los Juegos del Hambre: En Llamas? Honestamente, apenas aceptable. Es cierto, no se ve tan sobrepuestos los efectos de pantalla verde, pero los escenarios siguen luciendo ajenos a cualquier realidad, desangelados y con una estética tipo MTV Cribs que causa más confusión que nada. Los efectos especiales y lCGI, tomando en cuenta que es una producción de 140 millones de dólares, también dejan muchísimo que desear.
Maquillaje, vestuario y moda siguen siendo estilo drag queen y reina de la primavera, pero eso ya no debería sorprendernos a esta alturas y es más bien usado como un recurso para acentuar las diferencias sociales, como al estilo de los pachangones de la antigua Roma.
Desgraciadamente, la cuarta falla fue, sigue y seguirá siendo inamovible: el material original. Los Juegos del Hambre: En Llamas es finalmente la adaptación de un libro, y como tal hay pocas libertades argumentales que se puedan tomar (aunque de momento no se hayan tomado siquiera una). La obra original es un cuento de romance y rebeldía con pobres recursos literarios que tuvo su éxito entre un grupo de gente de muy definido, las películas poco o nada pueden hacer al respecto, aunque sí creo que se debió enriquecer este mundo con las bondades de la cinematografía y un mucho mejor uso del presupuesto.
En resumen a la crítica, esta película supera a su antecesora en cada renglón. Una propuesta más inteligente y profunda de Panem y los doce distritos, una visión más humana de los personajes (menos de los protagonistas, que siguen siendo la tetez encarnada) y una mejor relatoría de los acontecimientos. Para tu mala fortuna, para entenderle tendrías que haber visto la primera parte (malísima), además de que estamos hablando de una saga que sólo gozará un público muy, muy definido. Sólo puedo recomendar Los Juegos del Hambre: En Llamas a quienes les gustó su primer intento en cine o estén interesados en la saga, fuera de ellos creo que hay 787 mil opciones mejores para prenderse con una película.