Desde que el hombre soñó con llegar a la Luna, una serie de obras de ficción y fantasía llenaron su cabeza de supuestos e hipótesis. Cuando por fin materializó ese logro, su mente no paró y mientras los científicos luchan por conquistar el resto del cosmos, o al menos alcanzarlo de cierta forma, son principalmente los cineastas, con filmes como Interestelar, los que han hecho suya la responsabilidad de contarnos qué hay más allá en el universo.
Interestelar
Este tipo de cine dio pie a la ciencia ficción espacial, un género con un lugar único dentro de los gustos del público y que podemos encontrar principalmente en dos vertientes muy marcadas: la ciencia ficción con grandes -a veces muchísimos- toques de fantasía, y aquella que intenta hacernos ver como una muy factible realidad toda esa fantasía.
Obviamente, tratándose de Christopher Nolan como el líder del proyecto y su hermano Jonathan en la realización del guion, de antemano sabemos que Interestelar se trata de la segunda vertiente, y típico en la ficción Nolan, los hermanos se esfuerzan por volver verosímil lo imposible y explicarnos el por qué todo esto funcionaría, no sólo en su mundo detrás de las cámaras, sino en el nuestro.
La ciencia ficción nació en la literatura, combinando la narrativa fantástica con algunos elementos de conocimiento científico. Nos habla sobre algo ficticio pero sustentado en una sociedad real, un mundo desfigurado para presentarnos uno que no existe o que aún no existe. En este mundo, una fantasía se presenta como una posibilidad. Los personajes, capacidades y sucesos son posibles dentro de cierto contexto o límites. En este sentido se apela a la ciencia para usarla como recurso para validar esta realidad fantástica. En el caso de los hermanos Nolan, este recurso es empleado de manera magistral.
La historia del granjero que regresa a su antigua labor como piloto de la NASA para embarcarse hacia el espacio y buscar el futuro de la humanidad entre las estrellas puede parecer de entrada una idea no tan original, o al menos una que hemos visto en algún otro medio, incluyendo el mismo cine.
Pese a ello, Interestelar es fiel al entramado de Christopher Nolan, que estira sus largometrajes tanto como los pueda extender, intentando que cada una de sus películas cuente tres o cuatro arcos sucedidos uno detrás del otro para al final dar una gran conclusión que los una a todos con lo que muchos suelen llamar el “broche de oro”.
Abandonando la Tierra
Cooper (Matthew McConaughey) vive junto a su hijo, su hija y su suegro en las afueras de un polvoriento pueblo, intentando sobrevivir del campo y los vestigios de la tecnología en un planeta Tierra que avanza hacia su sequía total. Las tormentas de arena se adueñan del horizonte y las cosechas van cayendo una tras otra.
La vida de la granja es la única que le queda a la humanidad, que está más ávida de descubrimientos que privilegien la producción de alimentos que de ingenieros o programas espaciales, y sin embargo, un programa espacial es el que da rumbo a la trama cuando Cooper y su hija, Murphy (Mackenzie Foy/Jessica Chastain), encuentran gracias a un “fantasma” las instalaciones de la NASA, que pese a aparentemente haber terminado sus operaciones, sigue trabajando en bajo las sombras busca de una solución que salve al hombre o al menos perpetúe su especie.
Cooper accede a colaborar con el doctor Brand (Michael Caine) y su hija Amelia (Anne Hathaway) en un plan para ello: retomar su profesión como piloto de la Agencia Espacial y embarcarse en un vuelo que enviará a una pequeña tripulacióna través de un agujero de gusano en las inmediaciones de Saturno, el cual los conectará a otro punto del universo donde tendrán la misión de encontrar un exoplaneta con capacidades de albergar la vida, para así poder abandonar la Tierra.
El director de Interestelar, Christoper Nolan, tuvo cuatro grandes aciertos al momento de concebir y narrarnos esta nueva odisea intergaláctica. Primero que nada, salpicó su cuento de ciencia ficción con un elemento humano de drama que acerca aún más a los protagonistas con el público. Es imposible no sentir un nudo en la garganta cuando Cooper y su hija se despiden, mientras ésta le asegura que el mismo “fantasma” que les hizo hallar las oficinas de la NASA le está pidiendo que no vaya a la misión. Pero Cooper no cree en lo paranormal, todo debe tener una explicación y está decidido a encontrar un planeta que permita, no a la humanidad, sino principalmente a su familia, tener un futuro.
Estos momentos más “humanos” son algo lentos y en muchos casos he escuchado que terminaron por disgustar a una buena parte del público, que esperaba una obra quizá con más naves y menos cháchara en nuestro planeta, pero que no tomaron en cuenta que para el cineasta, tal como en su trilogía de Batman y en El Origen, construir la ruta al desenlace es un ejercicio casi a cincel y martillo que le suele tomar al menos una hora más de lo normal, pero que desquita el tiempo al empezar a rodar los créditos.
El segundo acierto del cineasta fue el excelso casting de actores que reunió para Interestelar. McConaughey, Caine, Hathaway, Chastain y hasta Matt Damon forman parte de la baraja de histriones que supieron darle vida a la idea dentro de los párrafos y viñetas del stoyboard. Las actuaciones alimentan atinadamente la visión del director y el guionista.
La fotografía y todo el apartado técnico son otro factor importante en Interestelar. El filme es impresionante pero puntual en este renglón: sin aspavientos, sin mundos fantásticos de colores y figuras difíciles de imaginar, sin un derroche innecesario de efectos especiales pero también sin perder espectacularidad. La película retrata planetas que no conocemos pero que no es difícil de concebir como posibles, el lenguaje visual ayuda a no desviar la atención en intentar descifrar los lugares que observamos, para así mantener la mente en lo más esencial: la trama.
Un productor de la NASA
Sin embargo, el mayor punto a favor fue mantener en la producción del filme a Kip Thorne, un astrofísico, investigador de la NASA y amigo de años de personalidades de la ciencia como Carl Sagan y Stephen Hawkings. Su asesoría es el pilar que sostiene Interestelar, al involucrarnos en esta historia fantástica siempre con una teoría científica sustentable a la vista.
Kip se aseguró de pulir prácticamente cada aspecto para que el público percibiera que conceptos como agujeros de gusano, hoyos negros, relatividad y viajes en el tiempo fueran exageradamente verosímiles en la cinta y con bases firmes en la realidad. El productor entendió que la ficción tiene una importancia capital en el desarrollo del pensamiento, nos impulsa a sentirnos, movernos y experimentar en una realidad o múltiples realidades distintas. Aunque sepamos que esas realidades son falsas, nuestro cerebro las asume como reales durante la experiencia y de esta manera aprende.
Aquí es donde sobresalen la capacidad del director, del escritor y el productor para adentrarnos en su propio mundo, en su propia capacidad de ver esas realidades falsas y convencernos, al menos por tres horas, de que estamos viviendo en esos mundos. Hay, por supuesto, mucha literatura científica al respecto.
Ciencia divertida
El viaje de Cooper, Amelia y el resto de la tripulación constituye también un viaje para el espectador, uno donde a la par que visita los confines del universo que gestaron los Nolan, se convierte también en uno de aprendizaje y descubrimiento, atentos para comprender con exactitud matemática los minutos finales y su sorprendente giro múltiple de tuerca, que explica con detalle todo lo que en un principio parecía no tener sentido, pero al mismo tiempo nos hace plantearnos más preguntas, formular más hipótesis y comenzar la cacería por encontrar en dónde pudo tropezar el director. En muchos casos, nos orilla a mirarla a una segunda ocasión, y eso ya es un enorme triunfo para Interestelar.
La película tiene una asesoría científica formidable pero no deja de ser una obra ciencia ficción y, por lo tanto, no hay obligación en dar un explicación rigurosa de lo que en ella acontece. Muy hábilmente Christopher Nolan dejó cuestiones abiertas de forma que el fenómeno Interestelar no se limite a este largometraje de casi tres horas, sino que, con posterioridad, los espectadores, desde su propio confinamiento en el espacio-tiempo, intenten dar explicación sobre sus fantasmas en lugar de simplemente creer en ellos.