Para la mayoría El Llanero Solitario sonará más como una leyenda de la televisión que a una franquicia rentable, pero hay que recordar que antes de que se convirtiera en canon salvar el día con la ropa interior sobre los pantalones eran los cuentos de vaqueros los que reinaban en el gusto del público.
El Llanero Solitario
Desde principios del siglo XX y hasta entrada la década de los 60, los vigilantes pistoleros del Viejo Oeste ejercieron un amplio dominio en radio, cine, televisión y hasta cómics, con nombres como Billy the Kid, Two Guns Kid y hasta una historieta muy popular de Pancho Villa. Pero sobre todos ellos siempre destacó uno: El Llanero Solitario, a quienes muchos consideran el primer superhéroe en medios masivos.
Haciendo un poco de remembranza, El Llanero Solitario nació como programa de radio en 1933. Su enorme éxito lo catapultó, primero a la pantalla grande con un par de películas bien recibidas y años más tarde con el mítico serial protagonizado por Clayton Moore. Pero las polvorientas tierras de Texas se fueron quedando en el olvido con la llegada de tipos en calzones con súper poderes, y al contrario de Superman y Batman, la franquicia no supo evolucionar y prácticamente vivió toda la segunda mitad del siglo retransmitiendo las viejas glorias de la pantalla chica
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Para resucitar el concepto, Disney contrató a Gore Verbinski en la silla de director y puso en el cartel estelar a Johnny Depp para asegurar ingresos en taquilla, más no como el legendario ranger enmascarado, sino como su “fiel” compañero Toro (Tonto en inglés, pero pueden llamarle como quieran).
Desgraciadamente, las decisiones tomadas inicialmente denotaban el bemol con el que se desarrollaría esta reinvención de El Llanero Solitario. Verbinski y Depp son viejos conocidos de Piratas del Caribe y no podría asegurar si por encargo de la productora o por mera inercia, pero el reencuentro de este dúo arrastró consigo todo el estilo de Jack Sparrow y compañía a una época distinta, con personajes que contaban por sí mismos con un rico material en el cuál basarse.
El primer gran error del director y su equipo de seudo guionistas fue la construcción de los personajes. Por lo mismo me esperé a que la película saliera de cartelera para poder realizar mi crítica, pues es necesario poner en contexto muchas partes que pudieran considerarse spoilers.
John Reid y Toro
Obviamente el personaje central, o al menos supuestamente central, es el vengador enmascarado conocido como Llanero Solitario. La cinta en general respeta su origen en cuestión de que es el único sobreviviente a un grupo de alguaciles emboscados por Butch Cavendish, pero fuera de esta similitud, estoy casi seguro que Verbinski le entregó el guion a algún payaso de circo para que le diera la edición final.
El Llanero Solitario es en este largometraje un idiota con suerte. La principal habilidad del legendario jinete es su capacidad para salir de todas las situaciones con sólo la fortuna de su lado, funcionando como una especie de patiño de Toro y dejando de lado hasta la importancia de tener el rostro cubierto. En la historia creada en 1933, John Reid (el nombre real del Llanero) viste el antifaz para que nadie lo reconozca, pero también como un método para inspirar temor, pues nadie sabía realmente quién era y todos lo relacionaban con alguien a quien habían matado anteriormente, especialmente Cavendish.
En el filme este recurso es destrozado por completo, y aunque llega a usar la máscara por motivos más o menos similares, el mismo Reid -mediante su estúpido sentido del deber- echa por la borda su cubierta, al grado de que él mismo se desenmascara ante los villanos antes de siguiera llegar a la mitad de la función.
El hecho de que el antagonista conozca la identidad del héroe le quita fuerza al guion, pues se vuelve una simple disputa del malo contra el bueno y no tanto la cacería de nuestro vigilante contra el peor villano del Viejo Oeste usando la máscara como su mejor arma. No puedo decidir si la interpretación de Armie Hammer fue atinada o no, porque me queda claro que le encargaron la misión de poner en ridículo al protagonista… Y lo hizo muy bien, aunque tal vez se le pasó la mano.
No contento con esto, Verbinski decidió que todavía estaba a tiempo de destrozar a Toro, así que primero que nada contrató a Johnny Depp y los 500 maquillistas que lo acompañan en cada película para que le diera su particular sello al ahora no tan fiel compañero del Llanero.
Sobra decir que es irracional que en una industria tan globalizada y a la vez cercana a todas las etnias del mundo no hayan podido contratar a un actor nativo americano para hacer el rol de un nativo americano. La decisión de darle el papel de Toro a Depp tiene tanta lógica como hacer un biopic de Hiroito y poner en el protagónico del emperador japonés a Arnold Schwarzennegger pintándolo de amarillo.
Claro, el maquillaje disimula gran parte de este desatino, pero su pobre interpretación no se puede maquillar. El popular histrión juega con el mismo tipo de actuación con la que nos hemos topado los últimos años: un sujeto retacado de talco y extensiones en el cabello cuya conducta navega entre los deschavetado, lo desfachatado y una dosis de borrachera permanente, apoyándose en muletillas recurrentes como un caminar inseguro, el diálogo atropellado y un pasado oscuro matizado por la misma locura de su personaje.
Este chiste ya me lo sé
Si vieron Piratas del Caribe o Alicia en el País de las Maravillas ya se saben el 99 por ciento de bromas que planearon para El Llanero Solitario, lo cual es también chocante, pues si John Reid era un estúpido, Toro es un payaso simplón que poco o nada conserva del espíritu humilde del personaje que muchos conocimos en la serie de televisión.
Toro fue concebido originalmente como un viejo conocido de Reid, a quien el ranger salva de la muerte cuando ambos eran niños. Años después es el indio quien encuentra al protagonista al borde de la muerte y le brinda su ayuda para curarlo y encontrar a quienes mataron a sus compañeros, entre ellos el hermano de John, Danny Reid.
Verbinski tiró a la basura los valores que resaltaba aquel programa de radio, como el honor, la lealtad y el sentido del bien común para convertir todo en un mal chiste, donde Toro, por azares de un cruel destino y un terco caballo blanco, se une a Reid simplemente porque lo ve como un enviado del más allá que en su poco elocuente pensamiento “no puede morir” y le servirá para encontrar a Butch Cassidy, con quien él también tiene una vieja rencilla.
Podría sugerir que Depp hubiera quedado mejor como el disparatado y sádico villano de El Llanero Solitario, pero si algo hay que elogiar es la actuación de William Fitchner como el desalmado Butch, este tipo es tan malote que hasta come corazones humanos. Otros actores a destacar son Tim Wilkinson, quien interpreta a un empresario con una agenda oculta, y el mexicano Joaquín Cosío, que la hace del “cochiloco gringo”.
Pero hablando de los protagónicos, la combinación Hammer-Depp termina siendo poco efectiva, nunca logran cautivar a la audiencia como una heroica pareja, y a lo mucho uno piensa en ellos como una versión moderna e inexacta del Gordo y el Flaco. La cinta, concebida como una quimera de acción y comedia, abusa de las bromas cada tres minutos y diluye la seriedad necesaria de su trama en un mar de gags de pastelazo y humor rebuscado.
El ejemplo más claro es el apodo Kemo Sabe, originalmente usado como sinónimo de “compañero confiable” y sacado de una frase real de la tribu potawatomi, es rebajado a un chiste en esta versión, en la que significa “el hermano equivocado”, haciendo referencia a que Toro hubiera preferido que quedara vivo el hermano de John Reid, a quien veía más valiente y arriesgado.
Ahora, si hay algo hay que decir a favor de El Llanero Solitario es que, aunque desencajadas con la trama y forzadas por un hilo narrativo estirado hasta el infinito, las secuencias de acción están más o menos bien logradas y se ve que fue en ellas (y en el sueldo de Depp y sus 500 maquillistas) donde tiraron la mayoría del presupuesto. El descarrilamiento del tren luce impresionante, pero también denota que no tuvieron más ideas, pues descarrilan uno al principio y otro al final: bien hecho Verbinski, pudiendo utilizar otro montón de recursos del Viejo Oeste te encasillas con el asalto al tren en toda tu película.
Cuando por fin crees que tu mejor opción es aprovechar el aburrimiento para dormir un rato llega el cierre. Para fortuna de los nostálgicos, los últimos quince minutos sí valen la pena. El Llanero Solitario ondea el sombrero, cabalga sobre los tejados, brinca violento hacia las vías y caza un tren con rumbo al desfiladero. La música con el tema original de fondo te pone la carne de gallina, las bromas no cesan pero se disfrazan con las balas que cruzan de vagón a vagón y nuestros protagonistas realizando imposibles maromas para salvar el día.
Disney debió hacer un cortometraje de El LLanero Solitario sólo con este escena y de ser posible dejar a Johnny Depp fuera de la ecuación. El resto de la película es una lenta y cansada porquería. Hi-yo Silver! Away!