Desde inicios del presente año, Rusia ha sufrido una ola de suicidios cuyas víctimas , de acuerdo con la psicóloga Olga Makhovskaya, responsabilizan en gran medida al anime. En sus palabras:
“[El anime] es un medio visual que atrae a muchos chicos y que intensifica sus sentimientos. La muerte, el heroísmo de la muerte que es típica de la cultura de Japón -más que en cualquier otra cultura- seguido sirve como medida de la amistad o lealtad. Brincar desde lo alto de un edificio tomándose de las manos es específicamente típico del comportamiento de las chicas. Aventuras heroicas de chicas, historias de amistad inseparable entre chicas, esas son como historias de anime. Esta es una completa subcultura que a pesar de diferencias en estilo e historia idealiza la muerte, y uno no puede negar la influencia directa que esto (el anime) tiene”.
Tomando en cuenta la relativa cercanía de la capital de la ex República Soviética con algunas de las ciudades con altas tasas de suicidios en el mundo como Oslo, Noruega (país que hace algunos meses sufrió el peor incidente en su historia reciente) y la crisis económica mundial originada en la zona Euro, serían parte de la base para que jóvenes sin oportunidad de bienestar o progreso adopten actividades a manera de catalizadores en sus caóticas vidas, ya sea solos o en compañía.
De esta situación Japón tiene conocimiento, que resultó en el envío hace meses de uno de sus parlamentarios a promover la práctica del cheerleading (porristas) como válvula de escape y frustraciones de la juventud rusa con el apoyo del presidente de asociaciones de porristas del ya citado país asiático. El cheerleading es una práctica realizada por más de tres millones de jóvenes japoneses de forma obligatoria durante su educación secundaria y que en San Petesburgo se ha puesto en marcha con relativo éxito.
Pese al tratamiento de esta información en otros espacios que intentan responsabilizar a la animación japonesa como la responsable de suicidios, en la opinión de un servidor pienso que es incorrecta esa conclusión. El anime por sí solo tiene el potencial para poder enseñar lo agradable, lo bueno y lo malo del devenir diario con su lenguaje, dibujos y esfuerzos de sus autores, sin embargo, la responsabilidad de lo que se hace después de apagar la televisión o la computadora no es más que de uno mismo. Eso y la facilidad con la que las personas podrían influenciarse, el contexto en sociedad y relaciones afectivas es quizás la mayor diferencia entre lo que ocurre en ambos lados del mundo, unidos “hasta la muerte” por una afición.
Fuentes: Animanía Coleccionables y La Voz de Rusia.
1 comentario
Esto es muy interesante.