En 1995 Sylvester Stallone enardeció a los fanáticos de los cómics apareciendo como estelar en la película Judge Dredd, basada en la historieta homónima. Tuvieron que pasar 17 años para que la industria del cine se animara a retomar a este personaje y lanzarlo en una nueva cinta, esta vez con todo el poder de las producciones en 3D y con el seco y pegador nombre de Dredd… aunque no faltará el cine que la exhiba bajo el título de El Juez del Apocalipsis.
Dredd
Desempolva tu chamarra de cuero, ten a la mano el casco de justiciero, la pistola cargada y tu “combo cuates” de la dulcería, pues Dredd es sin duda uno de los estrenos más sangrientamente palomeros del año.
Olvídate de esa interpretación casi caricaturesca de Sylvester Stallone hace 17 años, el director de este largometraje, Pete Travis, tomó las mejores decisiones respecto a qué mantener y qué tan fiel debía ser esta adaptación al cine, y nos acerca -quizá demasiado- a la cruda ficción futurista de la historieta creada por John Wagner y Carlos Ezquerra en las páginas de la revista 2000 AD.
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En Dredd, al igual que en los cómics de Judge Dredd, la historia es lineal y sin rutas turísticas, movida principalmente por los hilos de las violentas acciones de los personajes, en un mundo donde no hay lugar para los matices morales: no hay blanco y negro, ni la escala de grises, no existen ni los buenos ni los malos, sólo personas violentas, unas justificadas detrás de su papel de ser los malvados del cuento, los otros en su rol de ser los justicieros con placa.
La historia nos coloca en un derruido mundo futurista, donde las grandes ciudades se extienden en diámetros de 800 kilómetros o más, los rascacielos albergan poblaciones de hasta 100 mil personas y el alto índice de criminalidad es el pan nuestro de cada día.
Aquí notamos que la primera decisión que toma Pete Travis en Dredd es respetar cabalmente al personaje y su entorno. Olvídense de un cursi y cuidadoso desarrollo de personajes en este largometraje, el juez Dredd comienza siendo un bad ass, un frío y seco matón con licencia cegado por la sed de justicia, y termina justo en ese mismo punto.
Juez Dredd, juez Anderson
El cineasta no le quiso dar a Joseph Dredd cargas emocionales ni desarrollar relaciones innecesarias con el resto de los personajes de la película más allá de distinguir al bueno del malo. Esto obviamente nos lleva a un filme con una trama tan lineal como la ruta que sigue una bala, pero tan explosivo como el pesado calibre que disparan en este distante futuro.
El papel del juez es servir como un agente que defiende el sistema y procura la ley. Su rango lo vuelve juez, jurado y ejecutor de cuanto criminal se topa en su camino, lo que le desarrolla un carácter fuerte basado en la lealtad, su a veces retorcido concepto de la justicia y la sobrevivencia del más apto.
Para equilibrar la balanza y no destilar tanta rudeza, nuestro experimentado agente se hace acompañar de la novata Cassandra Anderson, aspirante a juez que tendrá un día de trabajo junto a Dredd, quien decidirá en base a su desempeño si está lista para ser parte de la corporación o no. Para su mala (¿o será buena?) fortuna, una rutinaria investigación por asesinato se convertirá en un verdadero infierno cuando los jueces son encerrados en un enorme edificio de 200 pisos junto a una horda de drogadictos sicópatas dispuestos a matarlos para complacer a su jefa.
Esta recurso de la relación entre un policía veterano y uno novato pudiera parecer desgastado y muy del cine de los años 80 -del cual sin duda Dredd toma muchísimos elementos-, pero a la larga funciona y funciona muy bien. Mientras nuestro protagonista es un experto en tácticas de guerra y puntería milimétrica, Cassandra Anderson tiene una curiosa habilidad síquica que le da a la película sus pocos momentos de reflexión y un par de viajesotes alocados.
La tercia de personajes centrales la completa Ma-ma, una inmisericorde jefa criminal que busca dar un claro ejemplo y demostrar que puede vencer al sistema acabando con los jueces que osaron entrar al edificio que controla. Ma-ma También desea borrar algunas evidencias que la implican como la principal productora de slow-mo, una droga que hace al cerebro creer que todo sucede 100 veces más lento de lo normal. Para lograr su cometido, la villana no escatimará recursos, balas ni vidas que le puedan costar el acabar con los agentes.
Lena Headey es quien interpreta a Ma-ma y aunque la villana no parece tener más motivación que la clásica venganza y el volverse mala por azares del destino, la actriz realiza muy bien su papel y nos entrega a un personaje no sólo malo, sino convincente en lo que hace más allá del porqué lo haga. El resto de personajes de Dredd siguen más o menos la misma dinámica y todos los actores realizan una destacada labor. Karl Urban te hará olvidar el chiste de Stallone en 1995 y Olivia Thirlby sirve como el equilibrio perfecto para el protagonista. El único detalle con Karl Urban, es que a veces siento que su voz suena demasiado forzada.
Si bien la película cojea en cuestión de historia, no es necesariamente así en el lado narrativo El tipo de personajes tan apegados al cómic conducen a este largometraje en una rigurosa, pero entretenida línea recta que rara vez te deja tiempo siquiera para pestañear.
Es Dredd 3D
Por su parte, el apartado visual y la producción de Dredd son poco menos que impresionantes. Pete Travis junto a su equipo de efectos especiales montó un verdadero espectáculo gráfico y la droga slow-mo sirve de pretexto para presentar los que quizá sean las mejores tomas en cámara lenta en la historia del cine. Así de fácil.
Estas secuencias pueden ser tan simples como ver una bocanada de humo, el vuelo de gotas de agua, un cristal que revienta en mil pedazos o hasta enfoques más viscerales, donde balas, sangre y cuerpos humanos vuelan y se despedazan por la pantalla en una íntima cámara lenta. Las tomas destacan también por los pulcros detalles en luces, colores, brillos, texturas y contrastes. Las coloridas escenas en cámara lenta chocan inmediata y agradablemente con los tonos parcos y arenosos que rodean este ambiente futurista. Un verdadero banquete visual para el cinéfilo.
Parte de este atractivo, como mencionaba, es obviamente la demostración tan explícita y meticulosa de la violencia y sus efectos en el cuerpo humano y todo lo que esté cerca del mismo, sin embargo, a pesar de ello no puede catalogarse a éste como un filme gore de tripas y sesos, tampoco es de alarmarse, hay muchísima sangre, pero nunca pasa de ser la necesaria.
El punto bueno y malo para con estos efectos y secuencias es la imperiosa necesidad de ver Dredd en 3D. Contrario a otros largometrajes donde la tercera dimensión es prácticamente un elemento decorativo, el manejo de imagen tridimensional es parte intrínseca del lenguage fílimico de Dredd y el principal punch narrativo.
Aunque la comparación quizá les parezca exagerada, así como Sin City definió un lenguaje narrativo con sus tonos claroscuros en blanco y negro, así Dredd lo hace con su brillante gama de colores, texturas y efectos en cámara lenta y 3D. Gran parte de la experiencia de la película consiste en apreciar al máximo este lenguaje, o sea, vela con gafas 3D y punto.
Dredd es un extraño respiro comercial al propio cine comercial. Su lenguaje visual, su diseño de arte, el efecto tridimensional y la explícita violencia son sus mejores cartas de presentación. La chata historia y los personajes tan poco desarrollados quizá puedan alejar a los que buscan un producto con más fondo que forma, pero aún así recomiendo darle oportunidad a una cinta que apunta para volverse de culto y cuyo único pecado es parecerse demasiado al cómic.