Después de más de una década de espera, Blizzard trajo la continuación de una de sus sagas mas exitosas, Diablo III, y ahora, nos entregan la primera expansión mayor del juego, titulada Reaper of Souls, disponible ya para Windows y Mac. La historia del juego es una continuación de la línea original de Diablo III por lo que habrá spoilers que les arruinaría la experiencia a quienes no lo hayan terminado.
Diablo III: Reaper of Souls
Segador de alamas, la traducción literal es esa, es decir, el que corta las almas con una hoz, y en este particular caso, son las armas que porta Malthael. Y por todos los altos cielos, ¿quién es este gallardo asesino? Malthael era uno de los arcángeles que pertenecían al Consejo de Angiris, del cual Tyrael renuncia al inicio de Diablo III para ayudarnos a pelear en contra de los demonios. Malthael para esto, ya había dejado el Consejo por su desacuerdo con la destrucción de la Piedra del Mundo muchos años atrás, aquella que diera vida a Santuario. Cuando al final disponemos de Diablo en los Altos Cielos, Tyrael es reincorporado al Consejo pero ahora representando a la sabiduría, el puesto que ocupara Malthael con anterioridad.
Para este momento, ya hemos logrado capturar las almas de Diablo, Belial y Azmodan en la Soulstone, y junto con Tyrael se deciden por esconder dicha piedra en las profundidades, custodiada por los horádricos para que nadie pueda hacer uso de ella. Aquí es donde Malthael, convertido ya en la representación de la muerte, entra en escena para robar la Soulstone y liberar su poder con el fin de dominar el mundo. Obvio, lo que todos los malos quieren. Tyrael, después de ser atacado, pide a los guardias que llamen al Nephalem para una vez más salvar al mundo.
Capítulo V
Podremos jugar este nuevo episodio con nuestro personaje actual, el que ya mató a Diablo y con todas las armas y poderes que teníamos, o iniciar la aventura con cualquiera de las clases, sumándole al Cruzado, del cual les hablaré más adelante. Reaper of Souls arranca poniéndonos en camino hacia Westmarch, pequeño pueblo en donde Malthael ha estado convirtiendo a los ciudadanos en ayudantes personales de nombre reapers (súper creativo el muchacho), cuyo su propósito es matar al Nephalem. Un detalle muy significativo, que añade emoción, es el hecho de que al llegar a Westmarch, la gente nos identifica como el salvador del mundo, aquel que destruyó a Diablo en los Altos Cielos. Bien ahí, nos hicieron famosos.
Entrando en materia, gráficamente veremos todo idéntico, no hay una gran variación en la calidad de sombras, efectos, animaciones o mecánicas de movimiento. Blizzard se involucró solo en la generación de nuevos niveles, demonios, armas y todo lo que viene acompañando al protagonista y antagonista en turno. El sonido de Reaper of Souls mantiene el estándar, con una excelente ubicación espacial, alta nitidez y sin dejar de lado la mezcla que se genera cuando tenemos a varias decenas de rivales alrededor. La saga simplemente no sería lo mismo sin ese “no sé qué se oye, pero se oye bien” que tiene cada entrega. Las voces siguen cargadas de tonos/efectos que les suman profundidad, enojo y valentía, agregando detalles sarcásticos por momentos a los diálogos.
¡Apaga esa música del demonio!
Sí, la banda sonora de Diablo III: Reaper of Souls en general es sumamente buena, logrando ser muy regular en los veintidós temas que la conforman. ¿Les presumo poquito? Compré la edición de coleccionista y por eso los disfruto en todo momento. La música de esta secuela es más tenebrosa, no tan explosiva como lo fue la de Diablo III, que plasmaba más la emoción del momento. Aquí se enfoca más en mostrar lo sombrío del ambiente con la llegada de Malthael y hace pesado el entorno -de eso se trata-.
Viendo el “detrás de cámaras”, resultó que la banda sonora fue realizada con tanto ahínco que incluso grabaron utilizando métodos que normalmente no se emplean, como acomodar en el mismo lugar a los coros con la sinfónica, hacerlo en una iglesia, sin utilizar beat de tiempo y con una particularidad: en ciertas partes, para un conjunto de instrumentos, se escribieron tres o hasta cuatro estribillos con tono diferente y debían ser interpretados pero cada músico decidiría en ese momento cuál tocar, como al azar.
Los amiguitos de Malthael
Si hay algo que tengo que agradecer a Blizzard es que agregaron varios monstruos y muy diferentes. Encontraremos desde unos súper agresivos invocadores de ratas comunes y corrientes, hasta unos gigantes muy semejantes a Malthael, con una barra de vitalidad de buen tamaño y poderes muy vistosos aunque no representan un reto considerable. Veremos también dos o tres especies que deambulan por el mapa desde la primera entrega de la saga, pero no lo hacen solos en esta ocasión, vienen acompañados de especies nuevas y relativamente fuertes, haciéndola de líderes de cuadrilla.
Claro que vamos a encontrar monstruos rarísimos, o de lo contrario no sería Diablo, y no podían faltar los que al morir, se convierten en algún otro pero sin tanto poder, sólo son de esos que estorban y ya. Eso sí, todos son una bola de montoneros, como siempre, nada más que ahora por tener vara alta con Malthael echan mano de los soldados y pueblerinos para convertirlos en demonios gracias a unos “jefes” que tienen dicha facultad. Pero hay un Nephalem, que todo lo ve y lo mata. Entre más avancemos, más monstruos habrá, y la dificultad para matarlos aumenta considerablemente, para esto ayuda mucho la manera en cómo se generan las mejoras del jugador y los útiles poderes. Debo destacar que ahora al llegar al nivel 70 podemos seguir mejorando, pues se le quitó el tope existente.
Entre los personajes de soporte continúan estando los herreros que nos ayudarán a mejorar armas y armaduras, el artesano que podrá quitar gemas de cualquier objeto donde esté, además de forjar más de estas para incrustarse en donde gustemos. Pero ahora se agrega la artesana mística, capaz de agregar magia a cualquier instrumento, siendo la habilidad más vistosa la de cambiar el diseño de lo que usamos, pudiendo ser más conservadores o agresivos.
Una de las principales novedades en Diablo III: Reaper of Souls, es el personaje Cruzado, que de acuerdo a los creadores, tiene sus raíces en el Paladín, clase originaria de Diablo II. El Cruzado es en parte un caballero especializado en los ataques en grupo, que de preferencia debería cargar siempre con un escudo pues lo puede usar igualmente como arma. Al igual que los demás, puede manejar armas con una mano o de ambas, dependiendo el gusto del usuario. Cuenta con poderes que lo hacen espectacular y más agresivo, e incluso podremos verlo cabalgar mientras termina con algunos enemigos en el camino,o lanzarse al cielo y bajar con un golpe letal para los que estén cerca de él.
El gueto se queda corto
Reaper of Souls se desarrolla en Westmarch, el Pandemonio y la Prisión de las Almas. La primera es una ciudad poco parecida a lo que hemos visto en la saga: muy oscura, con muchos callejones, portones grandes, columnas y algunas estatuas. Es muy estética pero infunde desconfianza. Pandemonio es eso: muerte en cada rincón, tanto por nuestra pelea, como por la dirección de arte que lo hace un lugar atractivo de conocer y difícil de sobrevivir. Los mapas son extensos, como Diablo debe de ser. Y bueno, respecto a los lugares donde uno puede entrar en la ciudad, por momentos parece que podrían ser numerosos, pero a cambio de lo pequeños que son, ya que encontré espacios con un sólo cuarto de dos por dos.
Diablo siempre ha sido de una misión en concreto que debemos de seguir, aunque en la tercera entrega ya había objetivos alternos que salían en el trayecto, y que son muy cortos pero generalmente con cierto grado de dificultad. En Diablo III: Reaper of Souls no faltan las almas en pena o las personas que piensan que somos beneficencia y nos encargarán matar demonios bastante grandes y algo difíciles. Un comentario al respecto de la dificultad es propio para estos momentos, pues en general en Diablo III junto con su expansión es más difícil para matar a los enemigos que en los dos títulos anteriores, sin embargo con los poderes y mejoras que se le hacen a los personajes, acabar con los demonios se convierte en cuestión de tiempo más que de habilidad, comparado con los anteriores que requerían más empeño que magia.
Para mala fortuna del Cruzado, pasa lo mismo que con el Druida y la Asesina, le agregan un personaje para repetir todo, y así generan una experiencia distinta por las armas y poderes únicos de su clase, el problema es que ara los que estamos muy casados con un estilo y queremos continuar desbloqueando todas las runas de nuestro guerrero en Diablo III: Reaper of Souls, será un poco difícil intentar con algún personaje nuevo. Aunque en esta ocasión hay notables mejoras está en el sistema de Loot, ahora las armas que caen después de matar a un enemigo o abrir un cofre, son más acordes a nuestra clases -Bárbaro, Cazador de Demonios, Monje, etc.- y además es más factible que tengan poderes que a nuestro personaje le sean útiles.
Mugre Malthael
Sí, es imperativo que hable un poco acerca de Malthael. Cuando llegué al final de Diablo III y vencí al oponente, que sabemos bien quién es, todo el combate fue difícil y diseñado para que no se notaran tanto los patrones. Con Malthael es diferente, se anticipa el siguiente movimiento, no hay duda de qué va a hacer a continuación, pero por la naturaleza de sus poderes recibiremos mucho más daño por algo que en primera instancia no se ve dañino.
Malthael es épico. Es grande, imponente, veloz, letal, es un fregón de pies a cabeza. Malthael es uno de los villanos más atractivos que Blizzard nos ha aventado al ruedo, y vaya que han sido varios muy importante. Pero este antagonista se lleva a todos de calle y fácilmente podría igualarse a Diablo de la tercera entrega. Todo lo que se requiere hacer para llegar con Malthael, vencerlo, el lugar, la música y el sonido, son un logro gigantesco de parte los productores y un deleite para los jugadores. No hay más qué decir.
Pero terminar la historia nos da una recompensa: el nuevo modo Aventura, que consiste en tener la posibilidad de entrar a cualquiera de los cinco actos, en donde tendremos que recolectar cinco piezas especiales que se nos otorgan al terminar un igual número de misiones especiales, y al juntar dichos coleccionables podremos entrar al Rift, que son zonas con una infinidad de monstruos para matar antes de un jefe final. La muerte de éste conlleva a recibir muchas armas y equipamientos con alto nivel de daño, además de monedas especiales para entrar a sorteos por piezas únicas, las cuales no precisamente son legendarias.
¿Necesitábamos la expansión?
Tres juegos de Diablo, y todos han tenido expansiones. La primera parte de Reaper Of Souls nos hace extrañar la expansión Lord of Destruction con su arranque es semilento, como si metiéramos segunda en un carro detenido. Pero una vez que eleva la velocidad, nada lo detiene. Ahora, para Diablo III sí era necesario un capítulo extra, no porque el juego original fuera insuficiente, pero después de esperar más de diez años, ningún contenido nos iba a tener satisfechos, o por lo menos yo terminé con ganas de mucho más. Le dediqué 23 horas a acabarlo y a pesar de que es posible continuar mejorando al personaje y repitiendo la historia, siempre quedaban latente las ganas de un recorrido diferente.
Reaper of Souls cumple más de lo esperado, es sin temor a equivocarme la mejor expansión creada por Blizzard, a pesar de ciertos detalles. Está bien aprovechado el pretexto de que el mal nunca se termina, creando un villano totalmente diferente a todo lo que hemos visto, con un tono muy oscuro y que no puede asemejarse más a la muerte. Malthael es la razón misma de esta expansión. Sus armas, vestimenta, el entorno que crea nuestro antagonista, sumándole los altos valores de producción generan un capítulo no precisamente necesario, pero sí muy bienvenido y, sobre todo, disfrutable.
Blizzard demuestra que aprende con cada nuevo éxito y vuelve a dar en el clavo con Diablo III: Reaper of Souls, superando por mucho expansiones previas y con la promesa inherente de que lo mejor está todavía por venir. Habrá una continuación, no me cabe la menor duda, pues el final no puede ser más directo: somos un Nephalem, un héroe que vino a salvar a Santuario, que puede competir contra cualquier campeón, y como tal regresaremos a demostrar que ningún demonio nos puede derrotar.
2 comentarios
A mi no me gusto tanto sobre todo porque se vendia como un juego nuevo completo, la lista de mejoras y horas de juego no justifican el precio
Como fanboy de la saga, me encantó, pero estoy de acuerdo contigo respecto al precio y a la mercadotecnia que se le dio como si fuera juego nuevo cuando era una expansión solamente. Gracias por tu aportación.