Alejado de los Asesinos, los hackers y los mercenarios, Ubisoft presenta en Child Light una aventura rica en detalles y nostalgia para PlayStation 3, PlayStation 4, Xbox One, Xbox 360, Wii U y PC. Un RPG que nos lleva a vivir aventuras al mundo de Lemuria de la mano de la pequeña Aurora, quien lejos de casa emprende un viaje increíble para regresar al lado de su padre, un viaje con muchas más virtudes que fallas.
Child of Light
Hace algunos años, en las no tan lejanas tierras de Canadá, un estudio famoso por sus títulos de mundo abierto se dio cuenta que era momento de cambiar el rumbo, de desafiar al reino y de darle una oportunidad a una pequeña princesa de ocupar el escenario principal.
Dirigido por Patrick Plourde y escrito por Jeffrey Yohalem, quien trabajó de igual manera en Assassin’s Creed: Brotherhood y Far Cry 3, Ubisoft Montreal decidió trasladar el motor gráfico de las últimas aventuras de Rayman en una dirección diferente, para ofrecernos un corto pero detallado juego de rol que entre verso y verso nos ofrece una historia de drama y fantasía, como si de un antiguo cuento europeo se tratase. Madrastras, brujas, criaturas extrañas, monstruos y una pequeña princesa nos llevan a Lemuria, una tierra que ha caído en la opresión y donde nuestra tarea será liberarla mientras hacemos realidad el deseo de Aurora por reencontrarse con su padre.
Como cuento clásico, la narrativa comienza siempre en la máxima de las precariedades. Las estrellas, la luna y el sol han sido robadas por la malvada reina Umbra, madrastra de Aurora. La pequeña, despertando lejos de su casa en Austria, lo único que desea es regresar con su padre, quien al parecer se encuentra enfermo y hundido en la tristeza por la desaparición de su hija. Sin embargo el viaje de vuelta no será sencillo, pues Aurora no apareció a unos cuantos kilómetros de su hogar, sino en un misterioso y mágico reino que no conoce.
El lugar donde ha recobrado la conciencia guarda monstruos y enemigos dispuestas a atacarla en cada rincón, pero será acompañada de su buen amigo Igniculus, una esfera de luz que la guiará y asistirá a lo largo de una travesía en la que más tarde se unirán otros personajes, habitantes de diferentes pueblos y ciudades que por varias razones desean que todo regrese a la normalidad y, por supuesto, que el deseo de la joven princesa se cumpla y regrese al lado de su padre.
La narrativa de Child of Light se da en forma de poemas, como los antiguos cantares de gestas, y aunque tengo que reconocer que varios versos son especialmente creativo, en varios momentos se sintió que la lírica de sus creadores era algo limitada y esto a su vez volvía cansado el progreso de la trama.
Un mundo de acuarela y tinta china
¿Pero qué sería de una historia de fantasía sin su bella representación? Lo primero que salta a la vista en Child of Light es su cuidada y casi artística presentación visual, que se aleja de los convencionalismos del medio y de los proyectos anteriores del mismo estudio.
Valiéndose de tonos en mate y un estilo de trazos en acuarelas y tinta china, cada escenario de Child of Light es una ilustración digna de un hermoso libro infantil, imágenes que bien pudieran estar basadas en el trabajo de grandes ilustradores como Arthur Rackham (1867-1939), John Bauer (1882-1918) o, siendo más contemporáneos, las obras Studio Ghibli y Yoshitaka Amano (quien por cierto creo una ilustración para este título).
Con una apariencia en dos dimensiones, todos los escenarios de Lemuria están diseñados en una serie de capas para dar el mismo efecto de profundidad que observamos en una pintura clásica, en las que en diferentes “niveles” vemos la neblina, montañas, árboles, nubes, ríos y construcciones varias como casas, puentes, molinos y villas. El efecto para movernos entre las capas está muy bien logrado y recuerda a la animación usada en la cinta de Walt Disney, Blancanieves y los Siete Enanos (1937), producción en la que para conseguir este efecto se usaron varios cristales sobrepuestos, cada uno contando con una capa del escenario.
Es grato ver entonces cómo este proceso es recreado con técnicas modernas y en específico con el motor gráfico UbiArt Framework, mostrándonos prácticamente el mismo efecto de movimiento en el que cada elemento a la distancia se mueve a velocidad distinta para dar una ilusión de lejanía en comparación del personaje. Hablando de esto, cabe mencionar que Aurora, a diferencia de lo demás, está construida con un modelo en tres dimensiones, algo que quizá rompe la estética, pero que a la vez sirve para destacar a la niña como la protagonista del cuento.
Como en Grandia
Pero luego del apartado gráfico llega la jugabilidad. Child of Light usa el clásico sistema de ataques por turnos en los RPG, aunque no tan a la vieja escuela como Final Fantasy o Dragon Quest, y más bien en el estilo de Grandia (que apareció originalmente para Saturn en diciembre de 1997). Contamos con una barra que determinará el tiempo y ritmo de los ataques con nuestros dos personajes activos en la parte superior y un máximo de tres enemigos en la inferior, de esta forma cuando cada personaje llegue a una zona específica se nos pedirá dar la orden (defensa, golpe, hechizo o cambiar de monito), para que al llegar al final de la barra nuestro comando sea ejecutado.
Las cosas necesitan cierta estrategia, pero Child of Light a veces pareciera tenerlo miedo a complicarse demasiado en este aspecto. Durante la primera parte de nuestro recorrido no necesitaremos de mucho para salir victoriosos en cada encuentro; más adelante veremos que la función de los hechizos será primordial para bloquear ataques, frenar a los oponentes o movernos más rápido, aunque esto apenas representa un “pequeño empujón” en la dificultad.
Child of Light no es un título difícil (Ubisoft cambió el nombre de la dificultad “normal” por casual”), no se necesita hacer prácticamente nivel para avanzar, ni darle muchas vueltas al sistema de batalla y siempre encontraremos multitud de pociones por doquier: tengo que mencionar que al final del juego me han sobrado varias decenas de ellas.
Las batallas se convierten en pan comido cuando tomamos en cuenta que nuestro grupo es generalmente más numeroso, ya que mientras nunca habrá más de tres enemigos, nosotros podremos alternar entre seis personajes sin siquiera tener que perder nuestro turno, es decir, si la emergencia llega podemos cambiar personaje y luego usar un hechizo para revivir a otro (son dos movimientos, pero el juego lo marca como uno).
Por si fuera poco, tenemos al infalible y buen compañero Igniculus, quien puede ralentizar a los enemigos e incluso subirnos la vida. El poder de esta esfera de luz no es infinito, pero en cada escenario de batalla hay entre dos y tres plantas que lo recargan, y aunque parezca que estas se quedan vacías, al cabo de unos minutos vuelven a reponer su energía. Hay que destacar que Child of Light puede ser jugado por dos personas, una de ellas tendrá la específica tarea de controlar a este útil ayudante.
En pocas palabras, entre centenares de pociones, los hechizos de todos nuestros compañeros, las plantas e Igniculus, la única forma de perder es si no pones defensa o si tus ataques no son los más adecuados dependiendo la criatura que enfrentes. Y aun así es muy raro perder, pues contamos con un árbol de habilidades por personaje que nos proporciona nuevos poderes y cualidades cuando subimos de nivel, que debido a la naturaleza de Child of Light y su corta duración, es muy seguido.
Caminar o volar, esa es la cuestión
Ubisoft Montreal tampoco abandonó del todo los niveles estilo juego de plataformas y eso fue algo que me gustó mucho. Aurora caminaba, trepaba, brincaba y arrastraba objetos para librar su camino, pero Child of Light nos presenta más tarde con unas alas y descubrimos que podemos volar por tiempo ilimitado; sí, adiós a las plataformas y aunque todavía debemos arrastrar una que otra cosa, el resto de mapas están diseñados más específicamente para volar.
Pero volar no es tan malo, podemos explorar las alturas, descubrir más enemigos e ítems, algunas zonas secretas y las llamadas “confesiones”, hojas que flotan por los aires y que narran pequeñas partes de la historia. Encontrarlas todas es el logro/trofeo más complicado de obtener.
Pronto descubriremos que los siguientes escenarios y partes del juego serán más variados, algunos tendrán cuevas en las alturas, molinos, algunos rompecabezas donde deberemos mover sombras, áreas con lava e intrincados caminos con picos en el suelo y techo, elementos que nos bajaran la vida y nos obligarán a recurrir nuevamente a las pociones o Igniculus para así no llegar escasos de fuerza a alguna batalla. Todo mientras somos acompañados de suaves melodías por la artista francesa Coeur de Pirate, quien engalana esta obra con una banda sonora de la que no se ha hablado tanto, pero que es igual o más bella que el juego mismo.
La única sombra en este hermoso mundo de acuarelas, melodías y seres mágicos es su poética narrativa a veces desatinada y los pocos pretextos para intentar superarlo de nuevo. Sin embargo, aunque sea para un único recorrido y sólo por su excelsa dirección de arte, Child of Light es imperdible, un viaje relativamente corto pero tan mágico como promete.