Paul Feig, experimentado director de sitcoms y comedias en televisión como Arrested Developement, Nurse Jackie y The Office, regresa al cine para intentar por cuarta ocasión, ahora con Chicas Armadas y Peligrosas (The Heat). Si bien la taquilla respondió favorablemente a la idea de un par de inesperadas e inadaptadas agentes del orden, ¿realmente se trata de una explosiva combinación?
Chicas Armadas y Peligrosas
Seguramente han escuchado el término “comedia barata”. Bueno, Chicas Armadas y Peligrosas sigue todo el concepto de una comedia barata de los años 80 aunque con un costo de producción bastante elevado para una cinta de su género (43 millones de dólares).
El filme nos ofrece el clásico cuento del policía bueno y el policía malo, y no tanto porque alguna de las protagonistas sea la villana de la cinta, sino por la actitud y medios que cada una utiliza para desempeñar su función, situación que hemos visto hasta al cansancio con actores masculinos, pero que en esta entrega se convertía en el principal punto de “originalidad” el retomar el concepto ahora con mujeres en los roles estelares.
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Sandra Bullock interpreta a la agente del FBI Sarah Asburn, relativamente exitosa y con un olfato envidiable para resolver los casos. De aspecto refinado y métodos apegados tajantemente a lo que dictan las normas, Sarah sin embargo no se ve motivada por un verdadero sentimiento de justicia, sino por su ideal de ascender puestos en el esquema de la organización.
La detective Shannon Mullins (Melissa McCarthy), por su parte, es la rudeza hecha mujer policía. Grosera, antipática, borracha y peleonera, la regordeta agente del orden no es nada sutil para realizar su trabajo y ejercer miedo por igual entre los criminales a los que busca y sus compañeros del departamento. Como podemos imaginar, a su favor tiene que su motivación es una verdadera vocación de servicio, de cuidar a su barrio y a su gente.
En Chicas Armadas y Peligrosas, pese a disputas iniciales ambas se verán envueltas en un caso que las obligará a trabajar juntas, aunque no necesariamente de manera coordinada, para atrapar a un gran capo de la droga que está cometiendo ejecuciones a mansalva en la ciudad de Boston. Ashburn lo ve como un escalón para llegar a un nuevo puesto, Mullins como una obligación para sanear un mal que afectó a su propia familia.
Ni tan armadas, ni tan peligrosas
La combinación, obviamente disfuncional para completar la misión, termina comprobando también ser disfuncional para el espectador durante los 117 minutos que dura este largometraje. El nombre que le asignaron en español a este estreno quizá sea parte del engaño, pues uno esperaría ver a Bullock y McCarthy armadas hasta los dientes y siendo mujeres de cuidado; en realidad el comportamiento de ambas raya en algún lugar indefinido entre la torpeza y la inoperancia, por lo que la mayor sorpresa de la historia es ver que unas agentes tan malas sigan vivas hacia el final de la película.
La historia, predecible como se espera, ni siquiera tiene un desarrollo medianamente interesante y la mayoría de los avances se dan por tropezones, salpicados con algunos dramas familiares que se ven venir a kilómetros de distancia. El director de Chicas Armadas y Peligrosas, Paul Feig, decidió que la mejor manera de avanzar con la trama era con una nube de bromas interminables y tratando de romper el récord de más palabrotas por minuto en pantalla.
Melissa McCarthy nuevamente se aleja en cine de la efectividad de sus papeles cómicos que le conocemos en televisión y aparece por enésima ocasión como una chica cuya principal habilidad es disparar groserías. Sandra Bullock, por su parte, confirma que tenerla en cualquier producción es un lujo innecesario. En ambos casos sus interpretaciones se sienten sobre actuadas y la mayoría de chistes ridículamente encajados a la fuerza.
Curiosamente, son el mexicano Demián Bichir y el comediante Marlon Wayans los que medianamente salvan el desarrollo de Chicas Armadas y Peligrosas por momentos. Bichir interpreta a un duro pero intuitivo jefe del FBI, mientras que Mayans se aleja de sus papeles cómicos para dar vida a un efectivo asistente de inteligencia.
No puedo negar que por momentos me reí, al menos durante los primeros minutos, pero cuando vez que todo el rumbo de la película se basa en la misma y torpe idea de una comedia malhablada y exagerada a la máxima potencia, la broma se muere antes de siquiera cruzar la media hora. Tampoco puedo ocultar que en la sala había varias carcajadas de mujeres, por lo que tal vez sea una especie de humor de género que no comprendo del todo. Como esas absurdas películas para machos que casi sólo a los hombres nos gustan, pero en un sentido inverso.
Mi mejor recomendación es que si no la viste en cines, tampoco te esperes a que salga en formato casero, en el mejor de los casos quizá a verla doblada en televisión. Chicas Armadas y Peligrosas es una de esas comedias rebuscadas que para poderse disfrutar necesitas desconectar el cerebro lo suficiente para no pensar, pero no tanto para no quedarte dormido.