No es un secreto que los vampiros son una raza de criaturas venidas a menos en la industria fílmica durante los últimos años, con películas navegando entre lo aburrido, lo intrascendente y lo mediocre mientras nos alejan de todo lo que nos atrajo de los vampiros durante años: la sangre. Esta seguidilla de filmes liderada por todas las entregas de La Saga Crepúsculo tiene competencia este año, y la industria arroja un curioso contendiente al ruedo: Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros.
Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros
No hace falta siquiera ver el tráiler para darse una idea clara de la premisa que este largometraje nos ofrece: el décimo sexto presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, sale a matar chupasangres; lo interesante, claro, es ver bajo qué contexto y bajo qué pretexto se puede mezclar a la figura más prominente de la historia norteamericana con el mito de los vampiros.
Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros comienza en 1818, cuando un Lincoln aún niño que es testigo de cómo un rico hacendado le “hace algo” a su madre que finalmente le cuesta la vida. Los años pasan y Lincoln juraría venganza sobre el que considera el asesino/culpable de dicha muerte, un hombre llamado Jack Barts que, como veremos cuando finalmente Lincoln se decide a tomar revancha, es todo menos un hombre.
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El intento de matar a Jack Barts es infructuoso y Abe se da cuenta muy tarde que su enemigo no es un humano cualquiera; para su fortuna, es rescatado por Henry Sturgess, alguien que conoce muy bien a Barts y a otras criaturas similares llamadas vampiros a las cuales caza desde hace varios años. Abraham Lincoln se pone bajo la tutela y entrenamiento de este temible cazador, para él también más adelante darles caza y de paso vengar la muerte de su madre.
De aquí en adelante la narrativa de Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros se lleva a cabo en dos líneas paralelas que por momentos se tocan para cruzar sus historias: una enfocada en el entrenamiento y la vida como cazavampiros de Lincoln, y la otra mostrándonos su meteórico ascenso en la política estadounidense hasta su llegada a la Casa Blanca. La idea del presidente matando seres de ultratumba parece de entrada un mal chiste, pero la cinta hace todo lo posible para tomarse el asunto en serio y recurrir a referencias históricas que enriquezcan el cuento.
Y a decir verdad, el cuento funciona. Ciertamente Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros adolece de muchos elementos para catalogarla entre lo mejor del cine en lo que va del año, pero mantiene la suficiente acción palomera para tenerte pegado a tu asiento, y la historia -con todos y sus altibajos- cumple y entretiene.
Por fin, vampiros
Parte del éxito se debe a Seth Grahame-Smith, el autor original de la novela homónima en la que está basada la película y quien también se encargó de escribir el guion adaptado. La trama, aunque en exceso trompicada, es lo bastante sólida y ágil para no darnos un solo momento de aburrimiento.
También hay que agradecer a Timur Bekmambetov, el director de Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros, quien retoma una línea explosiva de desarrollo de la historia, similar a Se Busca (otra de sus películas), atascándola de elementos y secuencias gore, exageradas, rebuscadas y jaladísimas de los pelos, pero que resultan ser todo un festín visual para el espectador y el punto más fuerte de la cinta.
Bekmambetov no escatimó sangre ni cabezas rodando para este filme, y rescata mucho de lo que se había perdido sobre el mito de los vampiros en los últimos años. Regresan las criaturas despiadadas, alejadas de sentimientos demasiado humanos más allá de un esquema básico de lealtad y juntarse en bola para su propio bien. En este caso, los vampiros llevan años escondidos en la parte sur de Estados Unidos peleando a favor de la esclavitud, por lo que su participación en la Guerra Civil es otro de los engranes de esta cinta, y uno bien logrado a pesar de lo fuera de lugar que luce todo a primera vista.
Los vampiros lucen frenéticos y diabólicos, con maquillaje y efectos especiales que sorprenden y gustan, cada uno incluso con ciertas habilidades especiales que complican a Abraham Lincoln cuando les hace frente, como si se tratara de un videojuego de acción en el que en cada nivel se encuentra con un nuevo jefe y tiene que descubrir el truco para derrotarlos.
La dinámica de estos enfrentamientos trabaja de manera sorprendente y a pesar de no ser una cinta con un elevadísimo presupuesto, Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros nos entrega varias de las mejores secuencias de peleas y acción del año… sí, exageradísimas al grado que uno exclama “no maaaam…” para sus adentros, pero que no por eso dejan de ser disfrutables; mención especial a la pelea con la estampida de caballos y la batalla en el tren.
Eso sí, notarán que aparte de la sangre, se abusa del slow motion, pero la mayoría de las veces no resulta un elemento molesto sino algo visualmente atractivo. Insisto, realmente tienen que ver la propuesta visual en cuanto a escenas de acción y derramamiento de sangre que presenta Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros.
Cine palomero como debe hacerse
Respecto a la trama no hay mucho que decir, estas películas generalmente cuentan con historias accesorias, aunque es sorpresivo el grado de acercamiento histórico que le dan al personaje, detalle que puede ser bien visto para algunos -como yo-, pero que también les puede parecer muy fuera de lugar a otros.
Las actuaciones cumplen y en general hay poco que reprochar en este sentido ya que no es una cinta que se maneje por la historia ni por las actuaciones. Benjamin Walker hace una buena encarnación de Lincoln, aunque es un podo difícil encajarlo con su personaje al principio; Mary Elizabeth Winstead (Ramona Flowers pa’ los cuates) toma el papel de Mary Todd Lincoln, un personaje de soporte que cumple con creces al igual que Speed, un comerciante que se vuelve amigo del presidente cuando era joven y que es interpretado por Jimmi Simpson. Del lado de los vampiros destaca Marton Csokas como Jack Barts, y Rufus Sewell como Adam, un ancestral vampiro que lidera a la pandilla de villanos en esta cinta.
A final de cuentas y sin ser ni de cerca la mejor película del género, Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros cumple con el principal objetivo de entretener usando elementos que amamos la mayoría de seguidores de este tipo de cine palomero: escenas de acción increíbles, peleas memorables, poderes vampíricos, sangre, tripas, cabezas volando y una línea bien definida entre el bien y el mal para poder jugar con ella, a esto le podemos sumar una de las producciones en 3D mejor logradas.
Algunos notarán que pareciera que el intento de ficción histórica nunca pega, y que detrás de cada escena exagerada viene una aún más absurda que la anterior, pero es parte de la magia de Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros. Una total lástima que este cazador no pueda acabar de una vez con Edward Cullen y toda su estirpe…. mientras tanto denle una oportunidada a este filme sorpresivamente disfrutable.