¿Alguien ha notado la dificultad de explicar el tiempo a pesar de que es una magnitud que usamos a diario? Y es que la respuesta no es obvia.
Una forma simplista de entender el tiempo es suponer que es una dimensión más añadida a las tres dimensiones que componen el espacio, pero a diferencia de como este último nos permite movernos con absoluta libertad por su ancho, alto y profundo, de ida y vuelta, el tiempo nos amarra en el presente y nos arrastra de forma irreversible hacia una dirección y sentido determinados.
Sin embargo, la película Interestelar muestra diversos ejemplos que entran en conflicto con dichas propiedades “intransigentes” del tiempo, lo que nos hace plantear la pregunta: ¿Es posible manipular el tiempo hasta el grado de poder movernos a través de él como si nos desplazáramos por el espacio? La ciencia ficción, por intereses comerciales -entre otros-, lo afirma rotundamente, pero, ¿y la ciencia real?
¿Realmente qué tan apegada a la realidad científica es Interestelar? ¿Son asequibles algunos de los escenarios que plantea? ¿Está plagada de agujeros -negros- en la trama como aseguran muchas personas?
El Principio de la Relatividad de Einstein asume que el espacio y el tiempo están relacionados y afectados por la gravedad de forma igual. Esto de por sí introduce una nueva forma conceptual de ver el tiempo: éste ya no es una magnitud absoluta y universal, sino que su transcurso depende de quién lo esté midiendo.
En 1935, con su colega Rosen, Einstein postuló la existencia de agujeros de gusano (Puente de Einsten-Rosen), una curvatura del espacio-tiempo que conecta dos puntos distintos en el cosmos, los cuales en un espacio no curvado estarían exageradamente distantes. Si viviéramos restringidos en un plano, curvar el espacio sería equivalente a doblar una hoja de papel (como el mismo filme ejemplifica). Aunque nosotros siguiéramos moviéndonos en dos dimensiones, si el plano se doblara hasta conectar dos puntos del mismo, podríamos ubicarnos en su otro extremo pasando por la conexión sin necesidad de desplazarnos tanto.
El tiempo está sujeto al mismo fenómeno y con base a esto, en 1949 Gödel anunció la posibilidad de que la relatividad general permita viajes al pasado. Un ejemplo maravilloso de esta conexión espacio-temporal queda reflejada en Interestelar en el momento en que Cooper se comunica con su hija a millones de años luz de distancia y 23 años de lapso temporal aprovechando que se encuentra en el interior del hoyo negro Gargantúa.
A pesar de quedar demostrado que la física permite, en casos específicos, viajar al pasado, todavía pende la paradoja de causalidad. Esto se ilustra con el famoso ejemplo donde, visitando el pasado, uno podría matar a sus propios abuelos antes de que tuvieran descendencia y comprometer así su propia existencia. En el caso de Interestelar, si Cooper hubiera hecho caso del mensaje “quédate”, que él mismo se mandó desde Gargantúa, la película hubiera finalizado aceleradamente.
¿Cómo puede permitir la física situaciones contradictorias? En realidad no hay contradicción alguna si la historia ya contempla que el parricida del ejemplo (o Cooper en Interestelar) en algún punto de su línea temporal viaja al pasado y que todos los actos que allí realiza no entran en conflicto con el presente. Dicho de otro modo, todos los eventos del Universo están obligados a seguir la línea del tiempo, inclusive si ésta se tuerce y nos devuelve al pasado. Como los procesos electro-químicos del cerebro que generan el pensamiento, también son eventos atrapados en la línea temporal; uno tendría la ilusión de que sus actos no están predeterminados, lo cual es un bello detalle de la naturaleza a agradecer.
Otra solución alternativa a la paradoja causal considera que el Universo está compuesto por infinitas líneas temporales, cada una con ligeras modificaciones respecto a las demás. Cada vez que alguien viajara al pasado podría visitar cualquiera de estas líneas alternativas y actuar así sin alterar su línea temporal original. Dentro de Gargantúa, Cooper trasciende el espacio-tiempo y lo manipula desde una quinta dimensión, cuya interpretación más aceptada es la de una colección de las líneas temporales posibles (de la misma forma que una recta es una colección de puntos y un plano una colección de rectas).
Claro, el director Christopher Nolan, como un autor que es, se tomó ciertas libertades, a veces demasiadas, para convencernos y entretenernos, pero al final Interestelar, pese a su atinada dirección y contar con el asesoramiento de un reconocido investigador astrofísico (Kip Thorne) es una película, no un documental de ciencia.