Guten tag queridos lectores. Hoy es un buen día para, entre otras cosas, leer una reseña sobre nuestro imperio y la manera en que cada vez avanzamos más hacia el dominio mundial. Ayer precisamente pudimos capturar a algunos miembros rezagados de la resistencia. Así es, la reseña que viene a continuación, es sobre el videojuego Wolfenstein: The New Order.
Wolfenstein: The New Order
El clásico shooter en primera persona nos entrega un nuevo capítulo para consolas de pasada y actual generación, esta vez en manos de MachineGames y Bethesda, que nos presentan un gran FPS para aniquilar nazis como dios manda: derramando sangre sin perder la etiqueta. O bueno sí, quizás un poco.
Después de la Segunda Guerra Mundial, y habiendo ganado la batalla los alemanes, el mundo se encuentra aplastado por una dictadura donde el más fuerte domina. Esos son los nazis y su idea de cambiar al mundo con sus pros y sus contras, siendo sus contras extremadamente desalmados y sanguinarios, como la camada de súper soldados, experimentos biológicos donde torturan a los seres humanos para obtener todo el conocimiento posible de su anatomía, ADN y cerebro, con el único propósito de crear máquinas de destrucción masiva y así ayudar a mantener su engañosa paz.
Érase una vez en un mundo nazi…
Pero bueno, no hay que concentrarnos en las cosas malas que rigen al mundo, mejor hablemos de un personaje de Wolfenstein: The New Order cuyo código genético es una combinación de Chuck Norris, Terminator, Rambo, Van Damme, el mismísimo Belcebú, Master Chief, y uno que otro Helghast. Hablo de B.J. Blazkowicz, un soldado estadounidense que se filtra tras líneas enemigas junto con otro puñado de aliados para reventarle la cara a los nazis, a todos los posibles.
Blazkowicz es la personificación de la palabra inglesa “badass”: sanguinario, poco paciente, cero precavido, nada complaciente, con la palabra “nazi” grabado en los nudillos y una hambre inmensa de impactar balas en los cráneos rivales.
Después de que nuestro héroe es capturado junto con sus compinches, y tener que decidir entre salvar a su mejor amigo o a un soldado novato, logra escaparse de un laboratorio donde la carnicería humana no se da abasto, todo para crear las mejores máquinas de guerra que resultan de conectar exoesqueletos al cerebro y espina dorsal de algunos soldados.
Pero no todo es color de rosa, ya que en su intento de saltar al océano desde lo más alto de una torre, una bomba explota dejándole un trozo de metralla incrustado en la cabeza, haciendo que pierda el conocimiento y sus facultades físicas como hablar, moverse y reaccionar.
¡Demonios! ¿Ahora quién será nuestro héroe que termine con la tiranía? Relájense que todo está bajo control, pues un hospital de alemanes con buenas intenciones, pero administrado por los nazis, es el que acoge a Blazkowicz y lo cuida durante algunos años. Es sólo cuando deciden desintegrar el nosocomio, que el protagonista de Wolfenstein: The New Order reacciona para rescatar a la enfermera que tanto lo cuidó de ser asesinada a sangre fría por esta bola de desgraciados infelices de lo peor.
Un cuchillo para untar mantequilla fue suficiente para cortar la yugular del soldado y de una vez acabar con esa incapacidad que no le permitía ser el maniático héroe que el mundo necesita. Ya que nuestro personaje logra salir ileso junto con su nueva conquista femenina, y encontrar ayuda en un par de ancianos, se entera de cómo el planeta vive bajo el yugo nazi y de cómo la Resistencia no es más que puros recuerdos y prisioneros de guerra. Un impulso de venganza nos pone las armas en las manos, para empezar una aventura verdaderamente feroz. ¡Es Wolfenstein: The New Order y está prohibido no nadar en los ríos de sangre!
¡Hi-yo Silver!
Está por más decir que la tecnología que han desarrollado los nazis es superior a la que podríamos imaginarnos, pues los súper soldados son solamente una parte de los demás elementos combatientes, ya que existen los Panzerhund, robots en forma de perros; otros del mismo tipo pero mucho más grandes, drones voladores, bípedos tamaño familiar con armas muy avanzadas, submarinos nucleares, y una base militar en lo más hermoso de la Luna. Leyeron bien, la Luna. Como en cierta película.
En Wolfenstein: The New Order la única manera de pelear contra esta tecnología es usar armas capaces de atravesar las armaduras impresionantemente pesadas de los enemigos. Pero no hay de esas, ya que la Resistencia cuenta con metralletas, pistolas y cuchillos que hacen las veces de cosquillas para las tropas enemigas más chonchas. Sin embargo, nuestro deber es hacernos con las herramientas necesarias en el mismísimo campo de batalla.
Conforme enfrentemos a algunos rivales, más armamento irá saltando para usar, tales como escopetas con balines que rebotan y destrozan todo, rifles de francotirador sumamente efectivos y precisos, granadas Tesla, las cuales sueltan choques eléctricos que desintegran al suertudo que esté cerca, y la principal de todas, la pistola láser, que cuenta con dos modos: arma y herramienta de corte. En la primera se trata de disparar descargas de energía las cuales literalmente deshacen al enemigo, ya sea de carne o hierro.
La herramienta de corte, usa el láser y su energía, para deshacer metal que nos impida avanzar, ya sean láminas de tubos de ventilación, o mallas ciclónicas. Esta pistola cumple perfectamente con sus objetivos, además de ser infalible para destruir a los robots más enormes de todos. Sin embargo, no es infinita su batería, debe recargarse en estaciones que están regadas por los recintos, permitiendo disparar varias veces sin que se nos acabe el parque.
Recolectar es también parte del trabajo en Wolfenstein: The New Order, y me refiero al malísimo sistema de recoger municiones, que más allá de intentar ser exacto, termina siendo nefasto, pues nunca sabemos bien cuando saltará la opción de tomar las balas y más bien acabaremos atinándole de mero churro a las carrilleras.
Y vaya que habrá mucho para recolectar para que no se aburran: códigos de enigma, cartas, artículos de oro, arte conceptual, grabaciones, música, y las fichas de los personajes que encontramos. Entre las cosas más importantes para pelar el ojo están estatuillas que aumentan la cantidad de bloques de vida que tendremos, pero no están en todos los capítulos, y deberemos ser muy pero muy pacientes, ya que a veces tendremos que abrir cajas fuertes haciendo uso de algunos cables sueltos.
Golpe, golpe, golpe
Wolfenstein: The New Order consta de 16 capítulos vistos desde dos vertientes, correspondientes a cuando salvamos a nuestro amigo o al soldado novato. O sea que como mínimo tendremos que terminar el juego un par de veces para conocer a totalidad ambos enfoques de la historia.
Sin duda es larguísimo el juego -alrededor de 30 horas- y en ocasiones la concentración de no ser vistos, o matar a las oleadas de enemigos, hace que nos salgamos de foco y sólo nos importe sobrevivir. Afortunadamente, cada cierto tiempo nos encontramos con escenas cinematográficas que nos vuelven a poner la cabeza en la historia de Wolfenstein: The New Order, hablándonos de los objetivos y descansando los dedos, para que después de tomar aire, volvamos a la tensión.
Los tipejos roñosos y torpes que nos ponen enfrente, son de varios tipos: soldados, soldados pesados, de élite, Supersoldaten, Kampfhund, Panzerhund, drones, robots y comandantes. Es complicado a veces reconocerlos, pero pasando tres o hasta cuatro misiones, sabremos cómo matar a cada uno; a veces no es necesario hacer tanto ruido y usar un cuchillo, y en ocasiones vale gorro el estruendo, una metralleta en cada mano es la solución a todos los altercados. Eviten discutir, no los llevará a nada bueno.
Igual con la experiencia aprenden a ser precavidos, pues por más armamento que tengan hay un alto grado de posibilidad de morir, ya que los nazis son montoneros, en verdad muy montoneros, y siempre tendrán a algún robot gigante a sus espaldas que complique aún más la situación. Hay que ser muy observadores en la cantidad de enemigos y el patrón en que se acercan, quizá estarán ante un nivel donde sólo avanzar evitará que sigan llegando.
Hubiera querido decirles que por acción no paramos en Wolfenstein: The New Order, pero no es así. Desafortunadamente hay varias escenas donde el sigilo es la única manera de salir vivos. Hay partes donde es forzoso esconderse y en lo personal esto hizo que me aburriera por momentos, ya que lo mío es el derramamiento continuo de sangre.
Pero no me voy a quejar, pues hay que reconocer que cuando se trata de entrar en acción, Wolfenstein: The New Order se pinta sólo, y de rojo intenso. A veces es fácil crear pilas enormes de cuerpos desmembrados que yacen en los pasillos de los edificios teutones. ¡Y qué edificios! Estoy hablando de una gran dirección de arte, donde no se puede negar que estamos ante la nación que oprime al mundo, lo sabe y se siente orgullosa de ello. Banderas rojas, negras y blancas abundan, así como las estatuas de varios metros de altura, construcciones extensas y altísimas, esvásticas en cada esquina, muro y escritorio. Y no pueden faltar los easter eggs, donde veremos el viejo y clásico Wolfenstein, corriendo en alguna computadora de los dormitorios en la luna.
Son varios los capítulos que terminan con jefes, digamos que no todos son precisamente importantes, sino más bien son algo complicados, ya que aplican patrones que a pesar de ser descifrados de inmediato, podrían sorprender por su alto nivel de daño, y por el hecho de en ocasiones cambiar un poco.
No se diga el jefe final. Ese sí es un verdadero reto y pocas veces enfrentaremos a uno así. Sin arruinarles quién es ni a qué se dedica, la administración de recursos, movilidad con el joystick, certeza en la puntería, paciencia, nervios, agilidad y lectura de movimientos son factores que ahorita se me vienen a la mente, y deben de ser bien dominados, pues la falta de maestría en estos es decisiva entre morir o ganar.
Sé que por ahí debe haber muchísimos que buscan los trofeos/logros a más no poder. Pues les tengo buenas noticias, ya que Wolfenstein: The New Order no tiene mucha dificultad para conseguir el preciado Platino, el más difícil es el de terminar el juego en el modo más extremo. De ahí en fuera, nomás seguir algunos indicaciones que nos dan, encontrar todo -lo cual no es complicado-, y como el juego no tiene otro modo más que el de historia, entonces olvídense de ganar partidas multijugador o matar a enemigos de otros equipos, curar a compañeros y esas cosas. De verdad, un Platino fácil aunque no rápido.
Ingeniería alemana
Jugué Wolfenstein: The New Order en una PlayStation 4, y aunque los gráficos son buenos, se nota que no era la prioridad para Bethesda. Pocas veces noté realismo como uno lo esperaría. No quiero dar a entender que es malo, sólo no tan buenísimo. Los efectos tienen una gran calidad, así como la sangre, los movimientos de las personas mientras están vivas, disparos, luces. Pero que no se trate de las expresiones faciales porque ya valimos; sí son más o menos aceptables, nomás que no llegan a nada impresionante. Las texturas son lo mejor que tiene en el juego en este aspecto, bien definidas y se nota que hicieron gran trabajo aquí.
Lo que más me impresionó fue el factor de destrucción en ciertos lugares, y por otro lado también decepcionó. Las partes que se pueden romper, como el concreto en algunas columnas, se destrozan de manera impresionante, de verdad que sí. Pasando esas, ya volvemos a materiales indestructibles que dejan mucho qué desear. Es una relación de amor y odio durante todo el juego.
Respecto a la música, pues ¿qué les digo? Va acorde pero pasa desapercibida con el ruido de las balas. En algunas ocasiones las tonadas me prendieron un poco más, pero estoy hablando de máximo tres ocasiones. Fueron mejores las canciones que uno encuentra durante el juego, como especie de coleccionables, que después se pueden oír en el menú de opciones. De ahí en fuera, no es un soundtrack que quisieran oír en su coche o de tono de celular, sólo de fondo mientras acabamos con varios alemanes. Y en el juego, no en la vida real. Cálmense.
Veredicto aniquilador
La más reciente entrega de Wolfenstein, es un buen pretexto para echar a andar nuestra consola y estar pegados un buen rato, resolviendo cómo matar al enemigo, qué armas usar y cómo no arrancarnos los pelos con los jefes de nivel. No es el mejor shooter que he probado, pero sí me recordó en varias partes a mi favorito, Serious Sam: The First Encounter. No es difícil que vuelva a pasármelo todo otra vez, pero no será pronto.
¿Lo recomiendo? Pues Wolfenstein: The New Order me hizo sentir otra vez esa necesidad de acabar el nivel y romper la promesa de que sería el último y a dormir: la última sesión de juego duró nueve horas, y fue cuando lo terminé. ¿Podría ser el FPS del año? Lo dudo mucho. ¿Nominado? Sin problemas. Y aunque lo dejen en el baúl de los recuerdos y no lo repitan veinte veces más, lo recordarán como un gran y entretenido reto.