Llegó a finales del mes pasado a la pantalla grande la película más esperada por los fanáticos de la animación y la nostalgia, Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses, y como la mayoría de ustedes, pudimos verla en los primeros días pero decidimos esperar un poco para poder hacer una crítica centrada, sin intentar convencer a nadie de verla o dejarla pasar.
Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses
Sacada directamente del universo creado por Akira Toriyama y que inició su camino en manga a mediados de los 80, antes de capturar la programación televisiva durante casi 20 años gracias a su omnipresente serie animada, Dragon Ball Z: La Batalla de las Dioses, al contrario de otras películas de la saga y de la posterior Dragon Ball GT, entra completamente en el cánon de la franquicia y nos narra un episodio perdido ubicado entre la batalla contra Majin Boo y el último Torneo de Artes Marciales, cuando Gokú encuentra a Uub.
Si como yo eres fan de Dragon Ball, desde el primer anuncio y al revelarse el póster oficial seguramente esperabas religiosamente que Shen Long concediera el deseo de traerla a este lado del mundo, algo que finalmente ocurrió gracias a la distribuidora Diamond Films; un esfuerzo que se agradece y más tomando en cuenta que prácticamente hizo caso de todas las peticiones y hasta caprichos de la fanaticada latina, que pedía no sólo verla en nuestras salas de cine, sino contratar a los actores del doblaje original para escuchar las voces con las que todos crecimos.
Pero después de tanto años y dejando el factor nostalgia/fanboy de lado, ¿qué tan bueno es el regreso de Gokú y compañía? ¿Qué tanto influyó Akira Toriyama en este filme al participar activamente en su producción? ¿Qué tan bien encaja este apoteósico enfrentamiento con toda la mitología que la mayoría de nosotros conocemos al derecho y al revés?
Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses comienza con el despertar de un antiguo dios de la destrucción llamado Birusu (Bills), quien junto a su sirviente, Uis, emprende un viaje para buscar al hombre que derrotó a Freezer y ver si alguien sabe algo acerca del Súper Saiyajin Dios, un guerrero contra el que soñó que luchaba. Sin abordar más en la trama, esto se combina con la reunión de nuestros viejos conocidos en la Tierra para crear una serie de situaciones cómicas mientras celebran una fiesta al mismo tiempo que intentan no enfadar al poderoso dios.
Algo bueno de entrada es el despliegue de humor durante prácticamente los 85 minutos que dura esta cinta de anime. Es imposible no reír en varias escenas, una de ellas, mi favorita, implica a Vegeta cantando, o las sonrisas que se pintarán en nuestro rostro al ver el regreso de Pilaf y sus compinches en versión niño. El estilo cómico de Toriyama está presente en todo momento, con gags que se combinan ligeramente con la tensión de tener al ser más poderoso del universo comiendo a un lado de nuestros héroes.
Un ki muy bajo
Desgraciadamente, quizá la comedia supera en demasía a todo lo demás que puede ofrecerte el filme. Bills es un villano de esos que le gustan al mangaka y que vimos desfilar durante toda la serie: simpáticos, despistados y bonachones, contrastando con el aparente nivel de pelea que son capaces de desplegar.
Bills y Uis son una combinación de guiños de otros personajes conocidos, desde Roshi, hasta Majin Boo, que si bien encajan con los prototípicos personaje de la saga que se desarrollan en varios capítulos, para una película titulada La Batalla de los Dioses uno esperaría quizá un par de sorpresas en este aspecto y no el típico villano cuasi de broma.
Contrario a los antagonistas, los personajes principales sí cambian notablemente en sus actitudes: Gokú, acostumbrado a pedirle su poder a toda la galaxia, a fusionarse o revivir mil veces con tal de proteger la Tierra, de repente amanece con el pie izquierdo y con un extraño código de cómo obtener poder; por su parte, Vegeta, orgulloso hasta la médula, se ve rebajado a un tipo servil y miedoso en menos de dos minutos.
Ciertamente estos cambios de personalidad fueron planteados como puntos de inflexión en la trama de Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses, con Gokú “sacrificando” sus (nunca antes vistos) principios y Vegeta explotando en cólera para defender a su esposa, pero la mayoría de estos giros se sienten faltos de tiempo y hasta incoherentes. Quizá algunos minutos de metraje extra hubieran ayudado a que encajaran de mejor forma.
Y vaya que se siente como que le faltó al menos media hora al filme. Mientras que la comedia brilla con el sello de la saga, la acción y el suspenso llegan apenas a suspiros, con combates breves, sin gran variedad de técnicas especiales y la sensación de que la grandiosidad que uno esperaba ver en el máximo combate de Gokú se quedó atascada entre tantos chistes y guiños nostálgicos.
En el apartado visual, Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses muestra lo que mejor sabe hacer Toei, con coloridos horizontes, rostros llenos de expresión, muecas burlonas y vibrantes escenas de acción (aunque sean pocas). Sin embargo, la productora hizo uso de la animación por computadora que en determinados momentos funcionan bien, pero que al ser sobre utilizadas dejan ver su simpleza y falta de detalles. A decir verdad, hubiera sido mejor invertirle un poco más de tiempo a la narrativa y dejar totalmente fuera estas secuencias en CGI.
El doblaje, por supuesto, es quizá la mejor parte para muchos de los fans. No puedo dejar de mencionar que escuchar a Mario Castañeda gritar el “Kamehame Ha” enchina la piel casi como si se tratara de un himno de mi juventud, o la vibra que recorre toda la sala cuando René García le presta su voz a un exaltado Vegeta; aun así, el doblaje está lejos de ser perfecto y saltan a la vista obvios problemas de lypsinc, algunos diálogos poco trabajados y la falta de las voces originales de algunos personajes. Se nota que la premura de lanzar la película lo más pronto posible influyó en este trabajo, que nunca desmerece pero que pudo haber quedado mucho mejor.
Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses está lejos de ser la mejor entrega en largometraje de este universo, pero como compensación al menos presenta los elementos suficientes para hacer pasar un buen rato a los más nostálgicos. La comedia brilla, pero la acción flaquea, su hilo narrativo es tan frágil que difícilmente interesará a las generaciones más jóvenes que no conozcan la saga y los pobres combates nos hacen pensar que el nombre de “batalla de los dioses” pudo quedarle algo grande. La insípida conclusión nos da pase a pensar que una serie de nuevos enemigos y confrontaciones quizá se avecinan, pero al menos este primer round pasó con más expectativa que resultados.
Crítica hecha en conjunto con Yuri Pérez Taylor
2 comentarios
Muy de acuerdo con tu opinión, no es mala pero tampoco es un maravilla.
ES EL NEXO A NUEVOS CAPITULOS.. ESO ES LO BUENO Y LO MEJOR QUE SIN MENCIONARLA… DEMUESTRA QUE DRAGON BALL GT NO TIENE LOGICA Y SE ELIMINA DE POR SI … POR ESO SOY FELIZ!