Presentada no sólo como un thriller sobrenatural, sino siendo casi una recomendación personal de Guillermo del Toro, recién se estrenó Mamá, un filme con un historial interesante, ya que el cineasta mexicano se sintió atraído hacia un cortometraje del mismo nombre producido por el argentino Andrés Muschietti a quien ofreció llevarlo a la pantalla grande bajo su tutela.
Mamá
Si algo nos gusta a los latinos en general, aparte del futbol, son las historias de terror. Leyendas, mitos, cuentos y narraciones de este tipo siempre nos han atrapado. Seguramente más de uno recuerda esas noches cuando de niños nos juntábamos con nuestro grupo de amigos para contar alguna historia de espantos o algún chisme que se valía de lo tenebroso para causar interés.
Hollywood se ha vuelto una industria muy similar en ese aspecto. Cada quién con una “nueva” historia de horror, que termina no siendo tan diferente de otras que ya hemos visto antes. Y ese es un problema común en este tipo de cine; al contrario de otros géneros donde filmes con tramas formulaicas pueden ser completamente disfrutables, el cine de terror exige siempre cierto grado de originalidad y sorpresa para maravillarnos.
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La leyenda de la Llorona
La historia de un fantasma cuidando de dos pequeñas niñas y no dejando que nadie se acerque a ellas no es precisamente lo que podamos llamar original. Y no hablo sólo de otro bonche de cintas con temáticas similares, sino incluso de que en países como México es una historia muy socorrida, con la leyenda de La Llorona como un claro ejemplo.
Quizá ese aroma a mito y leyenda fue lo que atrajo a Guillermo del Toro a embarcarse como productor ejecutivo de Mamá, una historia visionada por el joven cineasta Andrés Muschietti en donde dos pequeñas niñas viven abandonadas en el bosque durante cinco años después de que su padre asesinara a su madre y un espectro las salvara a ellas de correr el mismo destino.
Pero el tío de las pequeñas nunca cesa en su búsqueda. Abrumado por los sucesos y la misteriosa desaparición de las niñas y de su hermano, Luke (Nikolaj Coster-Waldau) invierte su dinero y esfuerzo en dar con el paradero de sus sobrinas, a las que finalmente un grupo de exploradores encuentra en estado semisalvaje sobreviviendo en una cabaña en medio del bosque.
Luke desea quedarse con la custodia de las pequeñas y reintroducirlas a la sociedad, y junto a su novia, Annabel (la guapisisisíma Jessica Chastain), intentará formar una nueva familia con las niñas -Victoria y Lilly. Pero nunca tomó en cuenta que si habían sobrevivido en el bosque es porque algo las estaba cuidado, y ese algo parece haberse mudado con ellas a la ciudad.
Si podemos darle un punto a su favor Mamá es un inicio fuerte. La historia de las niñas y su misterioso guardián te atrapa con fuerza durante los primeros minutos, desafortunadamente, una vez que Victoria y Lilly ponen pie de nuevo en la ciudad todo se empieza a desmoronar en un cúmulo de ideas repetitivas, situaciones tontas y algunos sustos de butaca.
El filme falla en crear una atmósfera a su alrededor y basa su idea central en mostrar que todos saben que hay algo más en la casa, excepto los protagonistas, claro. Las niñas juegan, platican, cantan y miran a algo o a alguien más a quien llaman Mamá, pero el resto es lo suficientemente estúpido para no prestarle la atención debida, y cuando se trata de recabar pistas y enfrentar al espectro chocarrero se toman las típicas decisiones viscerales sin avisar a nadie más y visitando los sitios más tétricos siempre de modo tal que sea de noche.
El hilo argumental de Mamá también tiene demasiados huecos narrativos por aquí y por allá, junto a protagonistas que parecen adolescentes indecisos, cambiando de actitud pero nunca ahondando lo suficiente en ellos como para creerles algo. Las situaciones que pudieron tener un mayor peso en la historia -como el apoteósico inicio con la madre asesinada y un padre al borde de la locura- jamás se vuelven a tocar y lo sustituyen por las explicaciones “del pasado”.
Eso sí, el espectro que anda merodeando Mamá no tiene empacho en exhibirse durante toda la película y Andrés Muschietti no se esperó a los últimos cinco minutos para mostrárnoslo, sino que lo vemos -aunque rápidamente- en reiteradas ocasiones, siendo el elemento de mayor fuerza para generar la sensación de miedo en el espectador, pero también asesinando en demasía la sorpresa, pues anticipas que cuando el espíritu chocarrero está presente se viene la típica escena para brincar del susto.
Fuera de ello, como mencioné antes, Mamá carece de una atmósfera que invite al suspenso y conforme la historia se va desentrañando con las típicas costumbres del género se diluye toda la fuerza de aquellos minutos iniciales. Los personajes se vuelven casi figuras de cartón sin emociones palpables, que sumado a sus acciones totalmente random (incluyendo las niñas) te llevan a un desenlace que se veía venir y que nunca convence. Moraleja: nunca le vas a ganar al más allá.
¿Espanta? ¿Da miedo? Pues sí lo tuyo es ir al cine para saltar de la butaca, Mamá incluye varios de estos momentos, aunque ninguno realmente trascendente y cuando por fin ves en toda su gloria al espantajo que asola a la familia en lugar de miedo te da risa, pues parece más un enemigo de Spawn o Batman que un fantasma atemorizante. En este punto es importante señalar que la estética y la visión de Guillermo del Toro son omnipresentes en Mamá, a veces incluso sobreponiéndose a la idea del corto original, desde la concepción del espectro hasta la temática de la relación madre-hija que se vislumbra en el fondo, decisión que pudo afectar más que beneficiar considerando el resultado final.
Si eres aficionado de los filmes de terror definitivamente encontrarás algo que te guste en Mamá; si eres más quisquilloso con lo que eliges para ver en cine, quizá sera mejor idea esperar a que salga en televisión abierta y volver a leer la historia de La Llorona mientras tanto. Con un par de ideas originales, pero abordada de la forma más cliché posible, Mamá es un buen esfuerzo que desgraciadamente nunca pasa de ser eso, un esfuerzo.