El cineasta italiano Sergio Corbucci impresionó al mundo del cine en 1966 con el lanzamiento de Django, una violenta película western estelarizada por el mítico actor Franco Nero, que redefinió el género y le dio su propio lugar dentro de la industria fílmica a aquellas cintas de vaqueros que se concentraban en dos cosas en particular: una historia metódica con un protagonista “sufriendo las de Caín” para obtener una gran venganza y un director italiano para llevar a cabo el proyecto.
Django sin Cadenas
El género, bautizado como Espagueti Western por el periodista y crítico (también italiano) Alfonso Sancha, pronto se ganó un lugar que pareció inamovible durante dos décadas, e invitó a realizadores de otras naciones, principalmente alemanes y estadounidenses, a imitar la óptica del Viejo Oeste por quienes vivían del otro lado del mundo. En el particular caso de Django, la película generó al menos 30 secuelas extraoficiales (sólo una oficial con la pareja Corbucci-Nero), aunque reportes indican que el exitoso filme cuenta con cerca de 110 seudo secuelas, adaptaciones y/o reinterpretaciones.
Para Quentin Tarantino, quizá el más cinéfilo de los cineastas hollywoodenses, esto no pasaba desapercibido y era sólo cuestión de tiempo para que fiel a su estilo imprimiera su estética en un filme homenaje a la ya casi cincuentona Django. El resultado es por demás interesante, redefiniendo un género que había sido acuñado hace ya medio siglo e incluso logrando que el mítico Franco Nero, el Django original, apareciera durante breves minutos en el género que lo llevó a la fama (es el apostador que aparece junto a Candie en la primera pelea de mandingos que vemos).
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Tarantino desencadenado
Obviamente, revivir el western era una labor titánica. El público dejó de interesarse en estas polvorientas películas de vaqueros en pos de producciones que apuntan más hacia los seres sobrenaturales y la ciencia ficción, llámese vampiros, zombis, pitufos o hasta alienígenas. Sin embargo, si había un director apto para ello, ese era Quentin Tarantino.
Lo primero era rescatar la violencia propia del género. Si volvemos a hacer memoria tenemos que la original Django fue considerado un filme extremadamente sangriento, de tal forma que no pudo ser estrenada en muchos países sino hasta 1993, ya con un código de censura menos estricto. Para un hombre caracterizado por poner a cuadro de manera muy particular la violencia engrandecida, el Viejo Oeste era casi una locación natural; Django sin Cadenas le venía como anillo al dedo y era por demás sencillo imprimir la visión de Tarantino en una época donde hasta los perros cargaban pistola; el pretexto perfecto para ver balas, sangre y cuerpos hacerse pedazos a la menor provocación.
Segundo, y también fiel a la costumbre del cineasta, Django sin Cadenas usa personajes humanamente cercanos. No tenemos un héroe totalmente bueno ni a un villano completamente oscuro, la escala de grises en los protagonistas es más que evidente y todos intentan, casi siempre de manera violenta, alcanzar sus fines porque consideran que es lo correcto o simplemente “porque así funciona la sociedad”.
Al estilo Espagueti Western
Tenemos al doctor King Schultz (magistralmente llevado a la vida por Christoph Waltz, quien ganó el Globo de Oro por esta interpretación), un caza recompensas alemán que durante los primeros minutos de Django sin Cadenas compra a Django para que le ayude a reconocer a una banda de asaltantes de diligencias. Schultz es un personaje sarcásticamente divertido, se roba la película con su honorable (y a veces retorcido) sentido de la justicia y aunque parece no hacer mucho al respecto, está en contra de la esclavitud.
El doctor Schultz pronto entabla una peculiar amistad con Django (Jamie Foxx), un esclavo negro recientemente separado de su mujer tras un intento de escape. Django decide ayudar al doctor, quien le promete a cambio su libertad y una cuota por su cooperación en la captura de los forajidos. Esto da lugar a una lucha inesperada, ya que Django se enfrenta antes que a nada a su propia libertad, algo a lo que no está acostumbrado y que desencadena situaciones que ahora dan risa, pero que reflejan la crueldad de aquella época deshumanizada. En esta nueva amistad es que ambos deciden también esgrimir un complicado plan para rescatar a la esposa de Django.
La damisela en desgracia (Kerry Washington) es ahora esclava de un cruel y brutal, pero a la vez tierno y encantador hacendado Calvin Candie, interpretado por Leonardo DiCaprio en uno de sus pocos papeles como villano. Candie es un fanático de las peleas de mandingos (peleas a muerte entre esclavos negros) y junto con su fiel sirviente Stephen (Samuel L. Jackson) componen la perfecta pareja antagónica de Django sin Cadenas: los hombres libres contra aquellos que incluso creen que su color de piel los destina a ser serviles.
Tarantino desencadenado
Claro que la receta “tarantiana” siempre incluye el tratamiento de problemas serios con cierta ligereza. Después de evocar el nazismo en Bastardos sin Gloria, donde reescribe el curso de la historia gracias al poder del séptimo arte asesinando en un teatro a Hitler, hace algo similar con los esclavistas en Django sin Cadenas, en la cual aborda un episodio histórico que Hollywood ha llevado raras veces a la pantalla grande, seguramente por la vergüenza con la cual carga la sociedad estadounidense.
En ese aspecto, Django sin Cadenas es una verdadera diatriba denunciando los horrores de la esclavitud, una crítica mordaz y certera que muestra la brutalidad de los dueños y la crueldad de la época con los ingredientes habituales del cineasta: estilizadas escenas violentas, personajes en búsqueda de venganza, humor negro y una impecable musicalización, esta vez con la colaboración del legendario Ennio Morricone.
El escuchar las composiciones de Ennio Morricone inmediatamente te pone la carne de gallina mientras te transporta a otra época, la de Clint Eastwood, la de Sergio Leone, la de El Bueno, el Malo y el Feo, la de una generación que disfrutó con este mismo tipo de cine hace más de 40 años. El “Maestro”, como le llaman, había rechazado anteriormente trabajar con Quentin Tarantino en Bastardos sin Gloria debido a la premura del proyecto, pero valió la pena esperar tres años para escucharlo en su hábitat natural: así como los cineastas italianos reinventaron el género western, así Ennio Morricone definió el estilo musical que debía acompañar a estas películas.
Desafortunadamente, no toda la musicalización corre con la misma suerte. Si bien la selección de la banda sonora es francamente buena para casi cualquier proyecto, no lo es del todo para acompañar a una cinta como Django sin Cadenas, con melodías que van desde el rock hasta el hip hop y que en lo personal me parece que matan el “efecto Viejo Oeste”.
A pesar de los detalles en la selección de melodías, de que seguramente los amantes del cine “tarantinesco” sentirán que tardan un poco en llegar las escenas de violencia desmedida, así como un par de tropezones en la dinámica de la narrativa (dura 165 minutos), el resultado general en Django sin Cadenas es muy bueno. El director confirma su independencia creativa, se atreve a incursionar de manera agresiva-cómica en un tema bastante polémico, creando un filme excitante, entretenido, divertido, dramático y arriesgado. A la par, Django sin Cadenas es también una película inteligente que logra tocar las fibras sensibles en varias ocasiones, generalmente violenta, pero finalmente romántica.
4 comentarios
Christoph Waltz impecable como siempre, muy buena pelicula
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La vi cuando se estreno esta la historia a pesar de tratarse de una película que refleja un tema fuerte como lo es la esclavitud, me gusto la cinta de Quentin Tarantino en especial por las actuaciones de Jamie Foxx y Leonardo DiCaprio y Christoph Waltzen Django sin cadenas, aunque maneja muchas escenas cargadas de sangre, de disparos y de pelas que deja cierta moraleja sobre estos temas polémicos.