Fiel a su estilo y manteniendo la línea, así podría decirse que se dio finalmente el regreso de la Tierra Media a cines. De la misma forma como Los Vengadores mantuvo el derroche de adrenalina y Batman: El Caballero de la Noche Asciende cerró apegada a la temática oscura y caótica de sus predecesoras, así El Hobbit: Un Viaje Inesperado marca el regreso de Peter Jackson y su manera de ver la mitología creada por J.R.R. Tolkien.
El Hobbit: Un Viaje Inesperado
Y podríamos decir que el director se salió con la suya. La idea de adaptar esta obra de la literatura fantástica a la pantalla grande no fue cosa de hace uno o dos años, sino que nació en la mente de Peter Jackson y Fran Walsh desde 1995. El proyecto abarcaba una trilogía basada en las obras de J.R.R. Tolkien con una primera película que narraría los eventos de El Hobbit y dos secuelas que abordarían El Señor de los Anillos.
Cuestiones de derechos impidieron a Peter Jackson llevar a buen puerto su visión original y los esfuerzos se trasladaron en la exitosísima trilogía de El Señor de los Anillos en cine. Sin embargo, la idea de adaptar la precuela no desapareció y mucho menos con las enormes ganancias de la primera tanda de películas. Agendas apretadas, bancarrotas, derechos de autor e incluso demandas bloquearon el libre tránsito de El Hobbit, que había sido anunciada desde 2007 con Peter Jackson ahora en el papel de productor.
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Jakson argumentó que le era difícil tomar la batuta de la precuela, pues no quería competir con lo que consideraba su mejor trabajo hasta el momento. La realidad era que se mantenían las diferencias creativas de un hombre que por momentos parecía más dispuesto a reescribir/reinventar la historias del escritor inglés que trasladar el relato al celuloide.
El proyecto de El Hobbit pasó a manos del mexicano Guillermo del Toro, de quien se heredó buena parte del guion final y del que esperábamos pudiera entregar una visión más oscura de un cuento notablemente más light que El Señor de los Anillos. Los retrasos por diversas causas hicieron que Del Toro dejara su puesto como director y Peter Jackson retomara la cinta para moldearla cómo mejor creía. Convenció a los productores que para ofrecer una visión más madura de El Hobbit eran necesarias no una, ni dos (que ya había negociado en 2006), sino tres películas.
Y como mencioné antes, el cineasta neozelandés se salió con la suya. Desgraciadamente su idea de manejar la obra en tres partes deja un tanto desprotegida a El Hobbit: Un Viaje Inesperado en el aspecto narrativo. Es fácil entender la necesidad de ilustrar cinematográficamente las mil 400 páginas de El Señor de los Anillos en tres filmes con una duración total de diez horas. Pero proponer tres entregas para adaptar una obra que apenas cuenta con 310 páginas, es más bien descabellado.
Es evidente que Jackson y sus coguionistas –Fran Walsh, Philippa Boyens e incluso Guillermo del Toro– hicieron algo más que adaptar esta novela iniciática que el autor inglés escribió para divertir a sus hijos. Para alimentar la historia se inspiraron en las 120 páginas de anexos redactados por Tolkien en complemento a El Retorno del Rey. Asimismo, dilataron la narración del libro original con ideas de su cosecha y con elementos de El Silmarillion, obra que compila los mitos fundadores de la Tierra Media, el mundo fantástico en el cual se desarrollan las aventuras de Boromir, Gimli, Aragorn, Legolas, Gandalf, Frodo y su tío Bilbo Bolsón.
Las aventuras de Bilbo Bolsón y Peter Jackson
El Hobbit: Un Viaje Inesperado sigue durante casi tres horas la travesía de este último, Bilbo Bolsón (Martin Freeman), quien se ve envuelto en una épica misión para recuperar Erebor, el Reino de los Enanos, del temible dragón Smaug. Abordado con alevosía por el mago Gandalf (Ian McKellen), Bilbo, quien había cambiado su juvenil sentimiento de la aventura por una vida más asentada, finalmente accede a unirse a un grupo de trece enanos, liderado por el enano guerrero Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage).
El Hobbit: Un Viaje Inesperado abre con un prólogo prácticamente apocalíptico -y quizá la mejor parte de la cinta- durante el cual el legendario Smaug desencadena su furia incandescente y se apodera de la montaña hogar de los enanos atraído por la inmensa cantidad de oro. El largometraje continúa inmediatamente con la presentación de sus quince personajes principales.
Cuando vemos que a nuestro equipo de aventureros en El Hobbit: Un Viaje Inesperado le toma más de 45 minutos cenar, lavar los trastes, cantar y ponerse en marcha nos damos cuenta fácilmente de los broches, las costuras y los estiramientos a los que Peter Jackson tuvo que recurrir para completar el metraje de la película (169 minutos), del cual, al menos en cuestiones estrictamente narrativas, una hora es insulsa y otros 30 minutos, innecesarios.
La larga secuencia de la cena, la aparición de un torpe (Jar Jar) Radagast, el trineo de conejos y demasiada cháchara cansada son un perfecto ejemplo de escenas que pudieron ahorrarse/recortarse y que por momentos nos hacen preguntarnos si realmente ésta es una versión más “adulta” del relato (aunque algunos decapitados lo confirman más adelante).
No me confundan, ciertamente se requiere mucho ingenio narrativo para establecer gradualmente, no sólo la trama, sino el perfil psicológico de cada uno de los personajes sin perder al espectador, pero da la sensación que Peter Jackson diseñó El Hobbit: Un Viaje Inesperado como un conjunto de pequeñas aventuras, casi a manera de un serial de televisión, sin ponerse a pensar que la “segunda temporada” tardará un año en llegar y el punto conclusivo otros dos. A pesar de lo divertido que en varias partes es ver a nuestro grupo de viajeros, nunca llega un clímax en la trama simplemente porque el argumento apenas y alcanza a plantearse.
La aparición de Saruman, Galadriel y el expandido papel de Azog en la cinta harían suponer que son agregados para profundizar en la historia, pero en realidad poco aportan a la experiencia del espectador casual, aunque son un guiño del tamaño de la Tierra Media para los seguidores de la literatura de Tolkien. En particular, el papel del orco pálido, Azog, es un tanto desconcertante. Su rol como villano es engrandecido en este largometraje -tomando el lugar que su hijo, Bolg, tiene en la novela original y no hacen mención al enano Náin-, pero nunca deja de parecer un antagonista inútil de caricatura que tiene su vendetta personal contra los protagonistas, apareciendo siempre para que los héroes escapen en el último minuto.
Así como con Azog, El Hobbit: Un Viaje Inesperado incluye varias subtramas que intentan adentrarnos en los sucesos que transcurren a las sombras en este universo fantástico, sin embargo, la mayoría de estas subtramas, por no decir todas, quedan sin una conclusión convincente y sólo como un insípido preámbulo de lo que veremos en alguna de las futuras entregas.
Uno pudiera pensar que con tres horas de duración, no se le puede decir lento al filme pues tampoco hay mucha prisa para que algo suceda, pero la realidad es que cuando apenas te vas acomodando de tu asiento para disfrutar la “parte buena de la película” empiezan a correr los créditos y te quedas con una extraña cruza de sentimientos entre expectativa y desazón.
La crítica ha sido algo dura con El Hobbit: Un Viaje Inesperado en este aspecto, comparándola en incontable número de ocasiones con La Comunidad del Anillo y llamándole aburrida; en lo personal, creo que la cinta desmitifica claramente a la primera parte de El Señor de los Anillos, porque sin variar mucho la fórmula con la que fueron concebidas nos muestra que ni este filme es tan malo, ni aquella película era tan brillante.
La magia de los 48 cuadros por segundo
Claro que no todo es precisamente malo o cansado en El Hobbit: Un Viaje Inesperado. Peter Jackson se salió también con la suya en la cuestión técnica, ya que esta producción es la primera exhibida comercialmente usando 48 cuadros por segundo, cuando las películas siempre corren a la mitad de dicho frame rate. La idea había estado corriendo por la cabeza del director desde hace varios años y hay que decir que tuvo el tino necesario para ejecutarlo en la cinta en la que quizá -para bien o para mal- sea más apreciable este brinco tecnológico.
Hay que decirlo, la mayoría de ocasiones luce espectacular. El método de filmación y las nuevas pantallas de picocientas líneas de definición nos muestran una Tierra Media rebosante de vida, tan real que por momentos se siente incrédula, como si fuera una puesta en teatro en lugar de una función cinematográfica. Alguna vez una cadena de cinemas usó un eslogan que rezaba “el cine se ve mejor en el cine”, y si bien esto a últimos años no era del todo cierto, El Hobbit: Un Viaje Inesperado lo vuelve a poner en boga de la noche a la mañana. Es una obra que por su puro derroche tecnológico hay que ver y para apreciarla nada como una sala de cine.
La tecnología digital al servicio de los fans. Las aventuras y las famosas escenas de acción que un sinfín de espectadores esperaban son un deleite a la vista. Más allá de los efectos especiales, hay que reconocer que Peter Jackson se ha vuelto experto en este tipo de secuencias, que se desarrollan frenéticamente, con un sentido de la desmesura y de la precisión a la vez: el encuentro con los enormes troles, los combates de los gigantes de piedra, el asalto subterráneo con millares de trasgos y la batalla contra los orcos son escenas que varios ya consideran de antología.
Como lo mostró en King Kong, Jackson tiene un manejo del relieve tan impresionante que el uso del 3D puede parecer superfluo: los montañas se derrumban, los puentes colgantes se caen y los árboles se desenraizan. Las proezas visuales del cineasta son innegables, pero en El Hobbit: Un Viaje Inesperado adquieren una nueva dimensión gracias a las 48 imágenes por segundo
Esta técnica permite contar con una imagen exageradamente nítida y realista, a prueba de brincos borrosos en las escenas rápidas y que resaltan el mate de los colores aún con los lentes oscuros de tercera dimensión. No negaré que por momentos resulta un tanto raro para el ojo acostumbrado a las mitad de fotogramas por segundo: algunos percibimos como si los personajes se movieran más rápido, otros sienten las actuaciones más frías (y el lipsync en doblajes es mucho más complicado), pero creo que la mayoría del público estará convencido de que el resultado es poco menos que impresionante.
Eso sí, mientras que tanta nitidez permite disfrutar como nunca los increíbles paisajes de la Tierra Media, también salta a la vista el maquillaje y buena parte de la utilería usada en la producción de El Hobbit: Un Viaje Inesperado, aunque todo se compensa con la secuencia de Bilbo conociendo a Gollum (Andy Serkis), en donde brillan también como nunca los efectos especiales generados por computadora.
El Hobbit: Un Viaje Inesperado plantea por enésima vez el debate entre impacto visual y narración. Queda claro que las imágenes siempre deben apoyar a la historia, pero en este tipo de cintas fantásticas, el equilibrio es a veces difícil de encontrar. Aún más si tomamos en cuenta el enorme cast de personajes involucrados como protagonistas. Por fortuna, mientras que la trama presenta serias dificultades para siquiera esbozarse, esto se compensa con un gran manejo de los protagonistas y actuaciones a la altura en la mayoría de los casos.
Mientras Frodo Bolsón era un héroe trágico, víctima de su destino, su tío Bilbo es un hobbit que corre una aventura con ligereza y humor. Bilbo bromea y nos hace sonreír donde su sobrino nos hacía sentir desolados, aunque es de recalcar que el motivo principal por el cual es reclutado por Gandalf (el hobbit sería de gran ayuda porque puede pasar desapercibido) en realidad nunca se justifica.
Como lo hizo con Elijah Wood hace diez años, la producción decidió dar el papel protagónico a un actor casi desconocido. Bilbo Bolson es interpretado por Martin Freeman, que debe su limitada fama a sus papeles en las excelentes series británicas The Office y Sherlock, en la cual encarna al doctor Watson. Con Bilbo, el actor inglés de 41 años puede desplegar su talento cómico para lograr en una sola presentación lo que ningún otro personaje de El Señor de los Anillos logró en tres películas: empatía y crear una verdadera conexión con el público.
Por su parte, los enanos cumplen en su mayoría con el rol que les otorgaron, destacando obviamente Richard Armitage como el incansable y a veces tontamente valiente Thorin Escudo de Roble. También es obvio que es imposible tratar a todos con la misma relevancia, aunque cada uno tiene su momento, ya sea en una coreografía de acción o en algún momento chusco. Andy Serkis dándole nuevamente vida a Gollum es también digno de mención a pesar de sus breves minutos a cuadro.
No todos los actores gozan de la misma calidad en sus interpretaciones. Ian McKellen se siente demasiado rebuscado como el hechicero Gandalf y Sylvester McCoy caracteriza a un Radagst el Pardo que parece más una mala burla al mago de Tolkien que otra cosa. Esto igual pudiera deberse más a una mala adaptación de los personajes que a cuestiones histriónicas.
Entonces, ¿la película responde a la expectativa o es una decepción? Con El Hobbit: Un Viaje Inesperado no se puede hablar de éxito ni de fracaso, sino de la nueva versión de una receta que Peter Jackson conoce perfectamente y que, a pesar de las graves fallas narrativas, sigue cautivando a millones de espectadores, especialmente a los fans de la saga. Sí, es cansada y nunca despega en tres horas, pero a pesar de ello aquí hay suficiente fantasía para no movernos del asiento. El Hobbit: Un Viaje Inesperado es una película tan larga y lenta como bonita y entretenida.
2 comentarios
Igual y quisieron hibridar a Radagast y Tom Bombadil… ¬¬
Ya ni me acordaba de tom bombadil, eso merece una estrella menos :jum: