En una industria cinematográfica que cada día olvida un poco más el uso de artilugios como los animatronics, el látex y la fibra de vidrio para engañar al ojo del espectador, pero al mismo tiempo para liberar las ataduras de su imaginación, hay un nombre que seguirá sonando por muchos años más. Como si no fueran ya muchas las pérdidas creativas inevitables en el séptimo arte, el maestro italiano Carlo Rambaldi falleció el día viernes a los 86 años de edad.
Rambaldí nació el 15 de septiembre de 1925 en Vigarano Mainarda, Italia, y a lo largo de su trayectoria recibió numerosos reconocimientos, entre ellos tres estatuillas de la academia a los mejores efectos especiales. El maestro se graduó en 1951 en la especialidad de escenografía de la academia de Bolonia y a partir de 1957 inicio su carrera en el cine con el film titulado Sigfrido, dirigido por Giacomo Gentilomo.
En 1976 viajó a América y se instaló en Los Ángeles. Ahí creo al monstruo King Kong para el remake de la cinta pionera de 1933.
La construcción de la mole de doce metros le tomo seis meses y dos toneladas de pelo de cola de caballo traído desde Argentina, mismo que tardó en ser tejido dos meses por una legión de peluqueros para darle consistencia al pelaje de la criatura.
Curiosamente, a pesar de haber sido anunciado el hecho de que la estrella del filme sería un gorila mecánico de 1.7 millones de dólares construido por Rambaldi, al final, lo único que se utilizó de su creación fue el brazo mecánico para unas cuantas escenas, porque el uso del cuerpo mecánico no resultó ser tan práctico ni tan dinámico para las escenas de acción.
Aún así y con todo mérito, el director John Guillermin le cedió todo el crédito al maestro con las siguientes palabras en los créditos finales: “La producción certifica que King Kong fue diseñado y construido por Carlo Rambaldi y Glen Robinson, con colaboración de Rick Baker“. Este último fue quién hizo la mayoría de las escenas dentro de un traje de su propia creación.
De este modo, su participación le valió el primer Oscar y un año más tarde en 1977, sería convocado por Steven Spielberg para participar en su producción Contactos Cercanos del Tercer Tipo. En esta ocasión, diseñó la apariencia de las criaturas alienígenas que son la parte culminante de la historia.
Su siguiente participación fue en la célebre cinta Alien (1979) de Ridley Scott. Donde realizó la adaptación mecánica de la cabeza de la criatura xenomorfa imaginada por H.R. Giger, lo que sin duda le valió su segunda estatuilla dorada y un lugar seguro en la memoria de los seguidores del sci-fi a nivel mundial.
Su tercer galardón de la academia le llegaría en 1986, en una nueva participación con Spielberg, donde le dio forma a la icónica criatura E. T., para la película del mismo nombre. Ya es por todos bien conocido el éxito de la cinta. Esta estuvo durante un año en constante exhibición en Estados Unidos, fascinando a una generación entera.
Spielberg invirtió más de 4 millones de dólares para tener las suficientes facetas de E. T. que había creado el equipo de Rambaldi, entre ellos trajes de goma y robots con movimientos determinados.
El arte del maestro se diluye en 32 largometrajes que fueron obras con una visión diferente de crear lo imposible y que cuentan una historia muy diferente a la de las grandes producción retacadas de efectos por computadora en la actualidad.
En otros tiempos se buscaba que el público encontrara algo real en el cine. Se intentaba hacernos creer que en algún lado de un estudio tenían una criatura fuera de este mundo para estimular tus sentidos y que todo cuanto presenciabas en la proyección podría ser parte de tu vida en alguna situación fuera de lo común. Precisamente esa era la formula, que cada imagen despertara nuestro sentido de la apreciación y de admiración, y hoy por hoy uno más de los artesanos de la ficción nos deja un legado visual, que no solo lo convierte en una leyenda, sino en un maestro e inspiración pura para los siguientes visionarios.