El ser humano siempre ha tenido esa extraña fascinación por descubrir “de dónde venimos” y que tal vez nos haría entender también “hacia dónde vamos”. Prometeo, del director Ridley Scott, retoma esa elemental interrogante, la maquilla, le pone tecnología futurista y la lanza en una nave espacial en una película que muchos entendíamos que tendría relación con la popular saga de Alien, pero que nadie podía asegurar hasta qué punto.
Prometeo
“Para crear, a veces hay que destruir”. Una premisa que se ha repetido a través de la historia, en diferentes culturas, épocas y hechos. La mano creadora del hombre se ha topado con que para iniciar su labor muchas veces tiene que acabar con lo que ya existe. No sólo la mano del hombre, sino también la mano de Dios.
Civilizaciones antiguas y religiones son un buen ejemplo. El Dios rencoroso que creará un nuevo mundo ahogando todo lo que ya existe. El Dios envidioso que para darle lugar a su pueblo aniquilará a todos los vecinos ajenos a su clan. Pronto el hombre tomó el papel de los dioses y llevó a los archivos históricos lo que antes registraban los relatos religiosos.
[youtube id=U-HpjS87z2I]
Pueblos como los egipcios, los persas, los romanos y los árabes en distintas épocas buscaron la manera no sólo de extender el alcance de sus territorios gobernados, sino de imponer su cultura y sus creencias a fuerza de borrar las anteriores. Dictadores y líderes militares jugarían de nuevo a la mano creadora en tiempos más recientes, esclavizando y matando a las razas que no consideraban aptas para formar una nueva y mejor civilización.
Ya sea por poder, dinero, iluminación divina, curiosidad o hasta placer, la maquinaria de crear y destruir se repite casi cíclicamente; el hombre ha buscado ser el amo en esta proceso, desarrollando nuevas formas para llevarlo a cabo y masificarlo: tropas, armas de fuego, biológicas y de destrucción masiva, pero siempre con el gatillo en la mano, sin que tal vez por nuestra cabeza pase, que la humanidad ha sido sólo un arma más en un proceso de creación y destrucción más grande.
Prometeo trabaja su historia -y el trasfondo, que no toca tan directamente- en esta premisa. La trama, en apariencia lineal, esconde dentro de sus predecibles vueltas de tornillo muchos momentos para la interpretación basándose en la apreciación que les comenté, y es de esas películas que uno encuentra nuevos detalles cada que la vuelves a ver.
Prometeo ha aterrizado
El año es 2089, los investigadores Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall-Green) encuentran una pintura rupestre en Escocia; no cualquier pintura, obvio, sino una representación más de un patrón que se repetía en diversas civilizaciones antiguas: un grupo de personas haciendo reverencia a un “gigante”, mientras éste apuntaba a lo que parecían ser un grupo de estrellas en alguna recóndita galaxia.
La película no da demasiados detalles, pero unos minutos después estamos a bordo de la nave Prometeo, resguardada por un androide de nombre David (Michael Fassbender), diseñado para ser prácticamente indistinguible de los humanos y para colaborar con la tripulación en una misión espacial en busca de los “ingenieros” del universo.
Entre la tripulación destacan el capitán Janek (Idris Elba) y Meredith Vickers (interpretada por la siempre mami Charlize Theron), una ejecutiva de la compañía Weyland enviada para monitorear la misión que patrocina el consorcio. Sí… Weyland, ese nombre ya lo hemos visto en otra parte.
En la misión también se encuentran Elizabeth y Charlie, quienes le explican al equipo su teoría sobre un mensaje que dejaron los “ingenieros” en las antiguas civilizaciones: una invitación para cuando el hombre fuera capaz de ir a buscarlos. Los investigadores creen que este acercamiento con ellos podría responder por fin la interrogante respecto de dónde viene el ser humano. El conocimiento obtenido será tan importante como cuando en la mitología griega el titán Prometeo le entregó el fuego a los humanos.
La misión es vista con bastante escepticismo y dudas respecto a si realmente encontrarán algo que rompa la Teoría de la Evolución, pero al aterrizar y comenzar a explorar en una misteriosa estructura que no parece natural, la tripulación encontrará… pues muchas cosas, que de aquí en adelante es mejor no mencionar para que los spoilers de Prometeo se reduzcan al mínimo.
Alien y Prometeo
Quizá lo que todo mundo quiera saber es si Prometeo al final de cuentas sí tiene relación con la saga Alien, relación que al principio incluso negó su director, Riddley Scott, y más tarde evitó dar detalles sobre el tema. Bueno, pueden respirar tranquilos, ya que sí existe dicha conexión, aunque no esperen una película de xenomorfos y monstruos alienígenos persiguiendo humanos en espacios reducidos. El filme bien podría considerarse una precuela tipo spin off bastante alejada de la saga central.
Riddley Scott dejó un vago contexto de la franquicia Alien en Prometeo. Esta decisión me parece atinada y un aliciente para los fanáticos de la saga de ciencia ficción, que estarán muy atentos buscando esos detalles que relacionan a una película con las otras. ¿Y cómo decirlo? Los detalles son notables, pero tampoco saltan bruscamente a la vista.
Desgraciadamente, el punto malo, para los que no son tan seguidores, es que el director parece que a veces pasó dándole demasiada atención a cómo y dónde colocar estos detalles que entrelazan Prometeo y Alien, y no tuvo el mismo cuidado en crear una historia sólida y más interesante por sí misma.
Si bien la trama no es para nada mala, la narrativa sí es algo lenta para una cinta de ciencia ficción, donde quizá nuestras expectativas eran un poco diferentes y más aceleradas. A esto se le puede agregar que el cineasta intenta mimetizar demasiado Prometeo con la primera entrega de Alien, haciéndolas películas que corren en sentidos y formas muy similares, pero que simplemente con la falta de una criatura babeando ácido cada cinco minutos pierde el efecto.
Tenemos la nave que llega a un planetoide desconocido, está esa extraña estructura que exploran (y que obvio contiene un montón de cosas malas y feas), contamos con la protagonista femenina, también está el androide con intenciones oscuras y su propia agenda, está el idiota que toca todo lo que ve… sí, tenemos un montón de similitudes con Alien, el Octavo Pasajero que ya se darán ustedes cuenta cuando la vean.
A pesar del pedigrí con el que cuenta, Prometeo no se presenta como una clásica cinta de acción intergaláctica, sino como una película para meditar después de verla para uno mismo sacar conclusiones, interpretar finales y finalidades. Una película planeada para encontrar nosotros mismos respuestas a una tonelada de preguntas que construimos conforme somos testigos del interesante cruce de caminos entre los humanos y los “ingenieros”.
El punto malo es que no todas estas interrogantes nacen del nivel interpretativo que dejó el director en Prometeo, sino de algunos de los hoyos en la trama y en que pareciera que Ridley Scott sembró varios elementos que serían respondidos en una eventual secuela… secuela que de llegar a realizarse, alejaría más su relación con la saga Alien y tomaría su propio camino.
Es ahí donde Prometeo pierde algo de su magia. El filme generó entre los aficionados una expectativa muy alta, que difícilmente cumple ya que ataja pocas dudas, y está a veces tan cuidadosamente relacionada con el universo de los xenomorfos y hasta con una posible secuela, que suele falla en capturar durante dos horas al espectador casual. Eso sin contar, que esta historia acaba de dar con el traste con varios años de continuidad Alien en los cómics Dark Horse y que supuestamente eran cánon en la franquicia.
Fassbender, Rapace y Theron
Las actuaciones, por otra parte, son esn su mayoría estupendas. Prometeo se encargó de juntar uno de los castings mejor logrados de los últimos años, con una Noomi Rapace consolidándose como la gran actriz que es en su papel de Elizabeth Shaw, Charlize Theron interpretando a una ruda y seca oficial Vickers y Michael Fassbender realizando con David uno de los mejores papeles de su carrera. Su caracterización del androide es simplemente fascinante, y los atinados diálogos que acompañan su interpretación lo hacen que brille por encima del resto de actores del filme.
Ciertamente encontrarán que los personajes no son perfectos y en muchas ocasiones reaccionan de la manera más ilógica posible, como si todos tuvieran la firma intención de morir: en lugar de mandar sondas a explorar -que sí tienen- entran a pie a ver qué encuentran, agarran y tocan todo lo que ven, son descuidados por naturaleza, se pierden en un camino en línea recta… en fin. Pero aún dentro de sus -muchas veces- despistados personajes, el trabajo de actuación en Prometo es destacado.
En cuestión de producción no escatimaron recursos. Si bien no es la película con mayor presupuesto del año, tuvo una buena inversión que en su mayoría fue bien utilizada. Se nota un trabajo minucioso que abarcó distintas etapas de diseño y planeación en artefactos, vehículos, trajes y toda la escenografía de Prometeo. Ridley Scott es muy cuidadoso en este aspecto y pocas veces algo le sale mal… en Prometeo este detalle quizá sea el maquillaje, que a veces se siente… ¿cómo decirlo?… sobremaquillado. El 3D, por su parte, luce bien, inmersivo, pero sin que sea agresivo y te dispare mil objetos a los ojos.
¿Entonces hay que verla o no? Sí eres fan de Alien, es un sí mayúsculo. Si eres aficionado de la ciencia ficción seguro que este filme te agrada, pero te recomiendo ver al menos los primeros 30 minutos de Alien, el Octavo Pasajero previo a tu cita con Prometeo. Si te gustan las películas con alto índice de pensarle mientras las ves, puede funcionar para ti. Si vas de forma casual en busca simplemente de una buena película en el cine, quizá esta no sea la mejor elección, no porque sea aburrida, sino porque varios de los supuestos puntos de interés puede que no te sean de interés.
Aquí el centro de la historia no es sobre una criatura espacial cazando humanos, sino una maquinaria global cuyo objetivo aparente es a su vez construir y destruir, incluso mutar, como muchas veces la destrucción no da espacio a una creación totalmente nueva, sino a una mutada o adaptada. En Prometeo, Ridley Scott juega de manera inteligente con la idea de los hombres como parte de un proceso más grande y mucho más difícil (o fácil, según lo veas) de entender en el universo, donde la humanidad no es la mano sobre el gatillo de la pistola, sino la bala en el interior del cañón.
Con todo y sus detalles, Prometeo resulta ser una película bien pensada, bien ejecutada y en su mayoría interesante, que se arriesga en la difícil misión de crear una nueva mitología en el cine de ciencia ficción… ya decidirá cada quien si lo logra o no; en lo personal, espero que el director regrese pronto a hacer la secuela y me despeje un montón de dudas, sobre todo una que se va volando hacia el final.