“Quiero que se reporte que me ahogué a la luz de la luna, estrangulada por mi propio sujetador”, escribió Carrie Fisher en su libro autobiográfico Wishful Drinking, a manera de un socarrón obituario en caso de que la actriz muriera en una galaxia muy lejana. Así fue siempre la relación de Fisher con Star Wars, de alegrías y disgustos, de risas y sarcasmos, de anécdotas que resaltaban dos facetas de una misma princesa, ¿la luz y el lado oscuro, quizá? No fue con la luna de fondo y no fue por culpa de su brasier, pero la muerte sí alcanzó hoy a la actriz que dio vida a la cuasi mítica Leia Organa.
Al igual que cuando el mundo se conmocionó el 25 de mayo de 1977 con el nacimiento de una nueva clase de protagonista en el estreno de Star Wars: Episodio IV – Una Nueva Esperanza, así retumba en los confines de las redes sociales la –un tanto- inesperada muerte del rostro que moldeó el nuevo rol femenino en Hollywood.
Internada debido a un infarto el pasado viernes, la Fuerza le permitió burlar por unos días al fatídico 2016, el mismo año que se llevó a George Michael, Prince, David Bowie y Juan Gabriel entre otros famosos artistas. Pero finalmente la lucha terminó a sus 60 años de edad. “Con un gran pesar Billie Lourd confirma que su querida madre, Carrie Fisher, falleció a las 8:55 de la mañana (hora de Los Ángeles). Fisher era muy querida en el mundo y será extrañada. Toda nuestra familia agradece las muestras de cariño y las plegarias”, comentó en un breve comunicado la hija de la actriz.
Carrie Fisher se encontraba en un hospital de California desde el pasado fin de semana, cuando sufrió un paro cardiaco justo al aterrizar el avión en el que viajaba desde Londres. Pasajeros del mismo vuelo a Los Ángeles comentaron que los paramédicos tardaron más de diez minutos en restablecer sus signos vitales en esa ocasión; parecía que tal como había engañado a Darth Vader apenas a unos minutos de iniciada la función de la primera cinta de Star Wars, así Fisher había logrado evadir la muerte. Pero sólo ganó unos días.
Leia Organa
Y es que su papel en La Guerra de las Galaxias, aunque suene a un lugar común a mencionar con motivo de su fallecimiento, cambió la concepción de las princesas y marcó el rumbo de toda una industria que sostuvo a Star Wars como su orgulloso pendón en la ciencia ficción. Fisher encarnó a Leia Organa, una rebelde que no buscaba –y no necesitaba- ser rescatada. Irrumpió, resquebrajó y desarmó el rol de damisela en desgracia, lo reconstruyó en el de una mujer fuerte, segura y de armas tomar que lideraba una rebelión galáctica contra el máximo villano que hubiera aparecido a cuadro. Si estaba en aprietos no era porque un dragón la hubiera atrapado en un lejano castillo, sino porque ella había decidido engañar a la bestia y liberar el reino.
Leia Organa se constituyó como el verdadero motor detrás de las películas por encima de la lucha entre Siths y Jedis en un nuevo rol aspiracional: una princesa que se atrevía incluso a rescatar a sus rescatadores y que anticipaba a finales de los 70 la lucha de una nueva generación de mujeres por lugares preponderantes en todos los ámbitos, entre ellos la industria del cine.
Disney lo sabía. Era vital que Leia regresara para el esperado colofón; consideraba a su personaje una pieza clave en la nueva trilogía dirigiendo a las actuales tropas rebeldes ante el renacido Imperio. Justo Carrie Fisher acababa de filmar sus escenas en el Episodio VIII por lo que permanece la duda de cómo resolverán su ausencia física para cuando baje el telón.
Carrie Fisher
Pero no todo fue Star Wars, saga en la que participó en cuatro filmes y un cameo. Además de sus otros papeles en películas de renombre –Shampoo (1975), Los Hermanos Caradura (1980), Hannah y sus Hermanas (1986) y SOS, Vecinos al Ataque (1989)-, quizá la faceta más exitosa de Carrie Fisher fue como escritora, donde sin ningún tipo de mordaza o censura habló sobre sus graves problemas de adicción a las drogas, su marcado alcoholismo, su perniciosa familia, su personalidad bipolar y su a veces incipiente relación con George Lucas y Star Wars.
Es precisamente en Wishful Drinking donde recapitula una curiosa anécdota sobre por qué no podía utilizar ropa interior durante la filmación de los tres primeros largometrajes de la saga: “No puedes usar brasier debajo del vestido porque no hay ropa interior en el espacio”, le comentó el director George Lucas.
¿Pero por qué sí estaban permitidos los sensuales bikinis dorados en el reino de Jabba the Hut y no la ropa interior en los viajes interestelares? La teoría del cineasta era que cuando estuviera en el espacio y su cuerpo se “expandiera” su brasier no lo haría y moriría víctima de su propia ropa.
Fisher tomó la lección con humor y sabiduría, y escribió en su libro: “Creo que esta (charla) serviría para un fantástico obituario, así que le dije a mis amigos más jóvenes que no importaba como muriera, quiero que se reporte que me ahogué a la luz de la luna, estrangulada por mi propio sujetador”.