Avalanche Studios y Rico Rodríguez están de vuelta en Just Cause 3, la nueva entrega de su muy particular forma de concebir los videojuegos de mundo abierto. Un gancho, un paracaídas, toneladas de C4 y un traje ala suman todo lo necesario para hacer –literalmente- pedazos una isla mediterránea mientras la liberamos de un tirano opresor.
Just Cause 3
Ubicada en Medici, de donde es originario el protagonista, la historia de Just Cause 3 es simple y directa: Rico Rodríguez regresa a casa tras varios años después de Just Cause 2 y encuentra su país bajo el yugo del general Di Ravello, por lo que tendrá que destruir media isla para mostrarle al dictador quién manda y “restaurar la paz”.
No hay más. Cero giros en la trama ni guiones trabajados, el argumento de Just Cause 3 es un cliché que se recicla a sí mismo de entregas anteriores de la franquicia y sólo tiene como intención motivar al jugador para que provoque el caos en su afán por hacer el bien. Un festín de estructuras y vehículos que se destruyen, desploman, incendian o en el mejor de los casos explotan, lo demás es meramente accesorio.
Paracaídas, gancho y C4
Just Cause 3 se trata de una auténtica caja de juguetes que nos ofrece los gadgets necesarios y el terreno adecuado para desatar nuestro armageddon personal en pantalla. La manera de lidiar con este dictador es liberar pueblos sometidos y conquistar las bases enemigas, aunque en la práctica esto significa hacer trizas cada bastión de Di Rivello y sus tropas con un sinfín de armas, triquiñuelas e ítems para ello.
El gancho retráctil nos permite “atar” un objeto a otro, haciendo que ambos colisionen generalmente con resultados explosivos. Por ejemplo, sujetar un helicóptero enemigo con otro para que choquen y exploten, o quizá atarlo a alguna estructura en el suelo para que se venga a tierra y explote, o tal vez engancharlo con un taque de gas para que cuando haga contacto explote, o asirnos nosotros mismos para llegar al helicóptero, retacarlo de C4 y hacerlo explotar. ¿Qué tal pilotar la aeronave contra una base y saltar antes de que impacte y explote junto con todo? ¿Encontraron el patrón?
Y las opciones que tienes en Just Cause 3 parecen inagotables. Con unas 40 horas de juego todavía encuentro nuevas formas de librarme de soldados y vehículos, de extender mi ola de destrucción, de divertirme con los sorprendentemente pacientes habitantes de Medici, con los ingenuos militares o hasta con su fauna (intenta sujetar una vaca o una persona a cualquier cosa).
También está el clásico recurso de armarte hasta los dientes y repartir plomo como cualquier shooter o juego de mundo abierto en tercera persona, pero notarás que el Ejército rival tiene un tramposo respawn, y a pesar de que Rico Rodríguez aguanta más balazos, artillería y golpes que tu protagonista promedio, al final los números se pondrán en tu contra y morirás.
Pero mientras seas creativo, te mantengas en movimiento y utilices jugadas para despachar grandes grupos de enemigos o derribar masivamente estructuras cual pirotecnia barata, es muy complicado que te maten. De hecho, la mecánica misma de Just Cause 3 te orilla a no hacerle mucho caso a las armas, más allá de encontrar lanzagranadas y lanzacohetes en depósitos enemigos, ya que en todo momento puedes recurrir al siempre confiable gancho y tu infinito stock de bombas C4.
Explosiones y misiones
Una vez que te adueñes de posiciones enemigas tendrás acceso a diversas misiones en la región, que van desde carreras contra reloj, de destrucción y maniobras con el traje ala (ya sabes, pasar por aros en el aire). Completarlas te otorgará puntos que puedes gastar en las distintas mejoras disponibles para tu arsenal: cargar mayor número de bombas, más habilidades para tu gancho y otras cosillas por el estilo, que en realidad sólo te dan más opciones para crear tu propio mini agujero negro, pero que no resultan tan profundas ni sustanciales. Puedes acabar Just Cause 3 sin usarlas (y de hecho el juego de da la opción de desactivarlas para experimentar distintas combinaciones).
Just Cause 3 también viene con un sutil componente en línea, con el cual subimos los mejores tiempos y jugadas en las misiones para que nuestros amigos compitan contra nosotros e intentan superarnos. Lo malo es que esta interacción se reduce a competir contra una sombra y nada más.
Ciertamente persiste el clásico factor repetitivo del que se nutren todos los sandbox (todos, incluyendo Grand Theft Auto). Las misiones más tediosas quizá sean las de escolta, que también históricamente eso de mantener vivo o proteger a otro fulano controlado por la inteligencia artificial resultan en un frustrante repetidero de checkpoints.
Pero cuando eres libre de explorar los mil kilómetros cuadrados que comprende el mapa de juego (el mismo tamaño de la anterior iteración, por si te lo preguntas), es donde Just Cause 3 brilla. Las misiones repetitivas se ven equilibradas por los centenares de opciones y estrategias que puedes emplear para superar cada una de ellas, o simplemente para reventar todo lo que se atraviese en tu camino: edificios, estatuas, aviones, puentes, tanques, torretas, antenas, lo que se te ocurra.
Un Rico Rodríguez recargado
Los controles mejoraron para esta entrega. El paracaídas en Just Cause 3 es (mucho) más fácil de maniobrar y el wingsuit, aunque cuesta varios minutos dominarlo por completo, es una gran adición para recorrer rápidamente la isla planeando. Además hay algunos vehículos por aquí y por allá –y hasta puedes coleccionarlos-, pero no es algo que vayas emplear mucho más allá de las misiones donde te obligan a hacerlo.
Las balaceras también son un poco más finas y precisas, con un mejor control sobre a qué le apuntas sin que la mira patine tanto. Aunque me parece algo raro la forma en como Rico cambia de mira y brazo útil mientras sus piernas avanzan en otra dirección. Pareciera que la parte superior de su tronco fuera independiente de la parte inferior. Pero bueno, resulta más efectivo que antes y eso agradece.
Visualmente, Just Cause 3 tiene ciertos altibajos. Casi todo en la isla tiene un letrero de “hazme pedacitos” y el motor gráfico maneja explosiones y destrucción como ningún otro título en el mercado, un banquete aún para el que no sostiene el control. Pero no se puede ocultar que varias texturas son de baja resolución, algunas animaciones lucen torpes y en general está mal optimizado en todas las plataformas. Los bajones de frame rate son evidentes en PS4 y Xbox One, y aún más molestos en PC, donde a menos que tengas cuatro mil tarjetas de video en tu equipo, es muy probable que enfrentes severos problemas al intentar correrlo.
El apartado de sonido, en cambio, es perfecto. Balas, explosiones, motores y hasta las voces son de lujo. Ciertamente los diálogos de Just Cause 3 no son la gran cosa, pero los actores de doblaje al menos los vuelven divertidos la primera vez que los escuchas. La música, sin ser precisamente una composición hollywoodense, nos recuerda a las cintas clásicas de acción, los paisajes tropicales y acompaña bien lo que sucede en pantalla.
Visita Medici
En resumidas cuentas y para lo que importa la reseña, ¿vale la pena o no comprarlo? Pese a ciertos detalles gráficos y el factor de repetición implícito en el género sandbox, Just Cause 3 nos permite ser todo lo Just Cause 3 que querramos: inmaduros, intrépidos, intratables, incautos, políticamente incorrectos, explosivos, pirotécnicos, flamables y creativos. Si se te da una o todas las características anteriores, no hay mejor lugar para vacacionar esta Navidad que desatando el caos en Medici.