El fenómeno llamado Cincuenta Sombras de Grey no podía quedarse sin que personalmente lo evaluara. Tiempo antes de que el filme saliera comercialmente en las salas de cine tuve tiempo para leer la trilogía escrita por E.L. James, e incluso antes de ello la fortuna de conocer sus fan fictions originales (escritos de aficionados inspirados en obras populares), por lo que de alguna manera, aunque no moría por ver el largometraje, sí tenía curiosidad de conocer la adaptación.
Cincuenta Sombras de Grey
Desde “porno para madres” hasta mentadas de la misma se leen las descripciones de Cincuenta Sombras de Grey, ya sea en libro o en película, especialmente esta última, pues su reciente estreno pareciera que abrió una Caja de Pandora con ofensas y críticas repulsivas hacia la autora de la novela, la directora del filme (Sam Taylor-Johnson), las novelas y las cinta misma, junto con todos aquellos que las leyeron o vieron.
Pero bueno, pueden descansar tranquilos, Cincuenta Sombras de Grey no es porno para madres. La obra original se trata de literatura erótica-romántica, mucho más romántica que erótica cabe aclararlo, pero no sin su dosis de páginas rojas donde se explora el bondage, sado-masoquismo y sumisión en las prácticas sexuales de una forma más o menos explícita, al menos más explícita de lo que normalmente una mujer se atreve a aceptarlo socialmente.
El fan fic de Crepúsculo
La autora, E.L. James, comentó en entrevistas que su trilogía sobre Grey se trataba de “sus fantasías y nada más”, vaya, ella misma se sorprendió por el repentino éxito, más porque todo comenzó como un fan fiction de una de sus sagas favoritas, Crepúsculo (Twilight). Si alguien les comentó que los protagonistas de Cincuenta Sombras de Grey se parecían demasiado a los de la saga de vampiros enamoradizos no es mera coincidencia o un plagio en lo oscurito, es tan fácil como que Anastasia Steele y Christian Grey están inspirados como calcas de Bella y Edward. Obviamente, le quitamos los vampiros, los hombres lobo y criaturas de la noche, y cambiamos las manitas sudadas por esposas, máscara de látex y látigos.
Anastia (Dakota Johnson) es Bella Swan. Tierna, estudiosa, comprometida, inexperta en el amor, bonita y algo ajena al ritmo de vida con el que se mueve el resto del mundo. Christian Grey (Jamie Dornan) es Edward Cullen, la fantasía romántica de toda mujer… o al menos de muchas de ellas, un espécimen que reúne aparentemente todas las características del príncipe azul: en lugar de brioso corcel tiene un cúmulo de carrazos, su castillo son lujosas suites y su reino una empresa multi mega millonaria. Oh, y es apuesto, cariñoso, atento y con apenas 27 años.
Pero tal como el “pero” de Edward era su herencia vampírica, Christian también tiene su secreto: los fetiches sexuales, situación que queda de manifiesto cuando quiere hacer presa de ellos a la puritana Anastasia. Cincuenta Sombras de Grey profundiza en esta peculiar relación, que se da cuando Ana acude a una entrevista en la oficina de Christian para publicarla en el periódico universitario. Los dos quedan impresionados el uno del otro y cuando el joven magnate empieza a buscar e insistirle a la chica tierna, no pueden más que enamorarse.
Los amos del universo
Quizá el principal problema del filme es que en cuestión narrativa es demasiado apegado a la obra original. E. L. James escribió en un principio “Masters of the Universe”, una serie de fanfics episódicos que subía y compartía en diversos sitios web básicamente cada que tenía inspiración y ganas de escribirlos, y que debido a la respuesta del público fue muy seguido. Sin embargo, quejas sobre el carácter sexual de sus textos la obligaron a retirarlos y volverlos a publicar pero ahora en su propia página, FiftyShades.com. Ahí, y para evitar cualquier problema legal, la autora removió los nombres de los personajes creados por Stephenie Meyer y reescribió buena parte de las historias. Pero el ritmo semilento, pausado y hasta improvisado de los primeros relatos permaneció.
El largometraje es un retrato de esto y sufre de los mismos problemas, con un montón de situaciones románticas (citas, enojos, reconciliaciones y ojitos de Candy Candy) que parecen no llevar a ningún lado. Y no llevan. La película se termina tan abruptamente como el libro, dejándonos con la extraña sensación de que comenzaba a despegar la trama y de repente la experiencia terminó de tajo. Sin preámbulos, sin avisos, sin conclusiones satisfactorias, sin conclusiones siquiera.
La segunda parte en novela se pone mejor y goza de una mejor estructura y una prosa más rica. Pero en la sala de cine no puedes esperar simplemente a tomar el siguiente volumen, hay que aguardar uno o dos años para que la secuela llegue y con la anticlimática experiencia de la primera, muchos curiosos ya no lo estarán tanto para cuando finalmente se estrene.
Por si fuera poco, aquellos con más morbo que curiosidad, con ganas de ver a Dakota Johnson desnuda durante 90 minutos, se llevarán un gran fiasco. Las escenas de sexo están magistralmente pasteurizadas, y aunque se hace una referencia directa a todas las prácticas “inusuales” , las secuencias son suaves y con rápidos paneos para evitar los desnudos frontales o tomas comprometedoras. En este aspecto le hicieron mucha –no sé si mala o buena- publicidad a Cincuenta Sombras de Grey. Pero eso es, pura publicidad. Vas a ver secuencias de sexo más explícitas en cualquier función nocturna del Golden Edge o Multipremier.
Sin sexo, sin interés, sin ganas de secuela
Fuera de las escenas rojas, los actores de Cincuenta Sombras de Grey parecen no encajar del todo uno con el otro. No es como que hagan mal su caracterización, Anastasia y Christian son hasta eso personajes creíbles y disfrutables, siempre y cuando sea por separado, que para la trama esto solo sucede al comienzo, pues el resto de la función es precisamente su intento por permanecer juntos. Esa chispa que se supone su relación debe tener nunca la siente el espectador y se nota que ellos tampoco la sintieron durante las grabaciones. También me parecieron exagerados los gestos de Anastasia como morderse los labios y agitarse, pero entiendo que eran descripciones puntuales de las novelas y es un poco difícil imaginarse la adaptación (y el darse cuenta de lo que ella siente) sin ellos.
Alguna que otra dama seguramente delirará con los arranques de Ricky Ricón que le dan a Christian Grey, llevando a su novia en lujosos autos, helicóptero y avioneta a dar la vuelta. Sus gestos de atento caballero y la inocencia de Anastasia por momentos ayudan a crear una atmósfera romántica tangible, antes de que súbitamente Cincuentas Sombras de Grey transforme todo en un choque de personalidades, entre el pervertido que quiere cambiar a la chica y la chica que quiere cambiar al pervertido. Y luego la fórmula se repite, de nuevo la cita tierna para continuar con el desencanto de dos personas totalmente distintas que se esfuerzan -según- por estar juntos, cada una cediendo en la medida de lo posible pero chocando con el otro al final.
Al final de cuentas Sam Taylor-Johnson realiza una muy apegada adaptación del libro, pero al mismo tiempo una película bastante gris. Cincuenta Sombras de Grey es tan fiel a su inspiración que no incluyó nada nuevo para no hacernos bostezar durante la primera hora; la buena noticia es que si sobrepasas esta barrera de tiempo sin picarte los ojos puede que poco a poco la historia te enganche, al menos con la fuerza suficiente para tentarte a ver la secuela o leer las novelas y saber en qué termina.